viernes, 21 de octubre de 2011

Margin Call

Cine-Crisis
Estados Unidos (2011)
Dirigida y escrita por J.C. Chandor
Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons, Zachary Quinto, Penn Badgley, Simon Baker, Mary McDonnell, Demi Moore, Stanley Tucci.
 
Una película no despreciable, de recomendable visión para todos nosotros que no hemos sufrido guerras civiles ni mundiales, pero que a cambio vivimos metidos en este tiempo aciago donde el dólar es ya, no solo el Dios, sino también el Diablo, y no nos da eso ni la oportunidad de empuñar una arma para luchar contra un enemigo que tiene forma de cifra contable y que es imposible de matar.

No es una película despreciable, su visión es recomendable en términos históricos. En términos cinematográficos, es una película circunscrita a su tiempo, a su periodo de producción: entre el 2008 y el 2011. En estos años ha surgido este cine histórico, que se retrotrae solo unas décadas, o apenas unos pocos años como en este caso, y que se fuerza a sí mismo a un ejercicio de austeridad en todos los sentidos cinematográficos para ganar realismo y a la vez como medida preventiva ante el pánico que produce la aventura de dramatizar aquello que es absolutamente contemporáneo. Un pánico lógico del todo, en un tiempo donde es más fácil hacer el ridículo que acabar en el paro (o casi).

El resultado de estas "adaptaciones" de la realidad contemporánea es que, sin querer, han creado una escuela de hacer cine, con todo su libro de estilo, cuyo máximo exponente es probablemente "La red social" (de momento). Con "Margin call", el resultado es todavía más frío, la desdramatización es todavía más acusada, hasta el punto que conectan este tipo de películas con el cine independiente, aunque se nos presentan oportunamente barnizadas, gracias a la publicidad y a algunas concesiones de sus creadores a la comercialidad. El cine indi y el comercial van más dados de la mano que nunca en este punto y esperan captar adeptos de ambos márgenes. El híbrido es un cine creíble, que evita el ridículo, que está "a la moda", que parece huir deliveradamente de las emociones haciendo que sus personajes lo hagan a su vez, al menos en apariencia. Desde la frialdad, pretenden exponer un fresco social que nos impacte en su conjunto, desde la ironía, el cinismo o el sarcasmo, impregnados estos en el fresco, y con ello, que nos emocione. No quiere fabricar momentos a la vieja usanza para que llore o ría el espectador, quiere crear situaciones que se apoyen en la realidad histórica que conoce de antemano el espectador (una realidad que esta "sufriendo"), para que, con esa información adicional, con el aporte que el espectador hace, resulten, por deducción, situaciones tan dramáticas como para hacer llorar o hacer reír. El invento resulta un poco tramposo, y tiene fecha de caducidad porque su desdramatización funciona hoy, pero no está claro que funcione mañana.
Este cine tiene antecedentes que terminan de revelar su verdadera naturaleza. Cine de la guerra fría, de principios de los 60, que tenía un patrón similar, a modo de puzzle, muy sobrio, muy "moderno". Me viene a la mente ahora "Siete días de mayo", un ejemplar salvable, pero hay paladas de películas como esa que no han pasado la barrera del tiempo. La fuente de ese cine viaja más lejos, a maestros como Kubrik ("Atraco perfecto") o Huston ("La jungla de asfalto"). Pero hay que salvar enormes distancias: si bien estilísticamente existen afinidades, el propósito de los maestros era muy distinto: no querían hacer películas con pretensiones de consciencia global, sino dramas humanos, y a partir de ahí, venía lo demás. Ese es el orden correcto. Por eso hoy están vigentes, porque las personas somos lo único atemporal.

Vista la película en sí, cojea precisamente durante buena parte por su falta de dramatismo, y en último término, cojea por todo lo contrario, por traicionarse a sí misma, pues, en un esfuerzo de comercialidad, esa frialdad se torna en un calentón de dramatismo. Se gira la tortilla al más puro estilo de cine-moral americano, algo muy propio del cine "indi". Un desequilibrio que estropea la película. Le falta drama cuando debe haberlo, y le sobra cuando no debe. Eso sería un detalle salvable, si no fuera porque pone de manifiesto que, en su mecánica interior, ésta no es una película todo lo honesta que debería.

Estilísticamente, la película me gusta. Su ritmo más o menos funciona. Los personajes, gracias a interpretaciones muy buenas, están conseguidos (hasta donde se les deja llegar porque no consiguen ser más que estereotipos). La película, sin embargo, se sigue traicionando a sí misma: en el fondo lo que quiere es ganar dinero, como todo el mundo, aunque sea a costa de sacar siete euros a los pobres desgraciados que están en el paro, y que quieren sentirse mejor odiando a los hijos de puta que les han jodido la vida. Ya lo dicen los triunfadores: siempre hay modos de forrarse en tiempos difíciles, solo hay que encontrar la fórmula. En el cine americano, la fórmula es darle en cada momento al público aquello que quiere ver, aunque no lo sepa. El gran mérito de los "ideólogos" de Hollywood a sido siempre ese.

En definitiva, un ejemplo más, en términos morales y estilísticos del Cine-Crisis, la nueva ola del momento. A saber cuantas películas más veremos como ésta. A saber cuanto tiempo de vigencia tendrá este cine.

jueves, 6 de octubre de 2011

1000

Este escrito viene a celebrar las 1000 visitas a este modesto blog, que nació casi como un experimento, aislado del mundo y lanzado a la red sin amigos ni complicidades. Nadie ha conocido de su existencia, pues su autor, el que suscribe, no ha hablado de ello ni con sus más allegados.  Las mil visitas son pues, las visitas de buscadores errantes que han topado en su vagabundeo con alguno de sus artículos. Se trataba de ver si desde el anonimato y la discreción, era posible hacerse un hueco en este espacio extraño que es internet. Se entiende que estas 1000 visitas, ocurridas en el plazo de aproximadamente 10 meses, son más que nada tropiezos de navegantes, que rápidamente han pasado a otra cosa (solo hay que ver la gran cantidad de visitas que tiene la crítica cinematográfica de la película "Fóllame", con la que se habrán topado, asquedos, numerosos sexo-navegantes). Pero habrá un porcentaje (pequeño) de curiosos a los que el blog habrá servido de algo, y con eso, uno ya puede sentirse satisfecho. 1000 visitas en 10 meses no son muchas, pero indican al menos que desde la nada, puede construirse alguna cosa, que ahí, en el intangible y gigantesco páramo en el que habitan los ciberaventureros, nadie está solo del todo, aunque se lo proponga.

Salut a tots i gràcies per parar-vos en aquest port, per breu que sigui l'estada.

Permezzo

viernes, 9 de septiembre de 2011

La prima cosa bella

Desenfado italiano
Italia (2010)
Director: Paolo Virzì. Escrita por Paolo Virzì, Francesco Bruni , Francesco Piccolo.
Valerio Mastandrea, Micaela Ramazzotti, Stefania Sandrelli, Claudia Pandolfi, Marco Messeri, Fabrizia Sacchi

Echaba de menos una película italiana en el sentido más catizo de la palabra. Y ni siquiera lo sabía. Se me han despertado recuerdos aletargados y se me han reabierto senderos largamente abandonados.

Los méritos de esta película podrían resumirse en un vocablo: desenfado. Un desenfado al más puro estilo italiano.

Desenfado en sus personajes, que se despliegan en toda su extensión poniendo de manifiesto que están concebidos con verdadera solidez. No siempre tiene sentido lo que dicen o lo que hacen, pero, extrañamente, se comprende. Es ese uno de los síntomas más contundentes del cuadro clínico de una buena película.

Desenfado en las situaciones, que vagabundean del drama a la comedia con la misma alegría con que vagabundeaba el mismísimo Elmer Gantry. Situaciones donde se proyectan a sus anchas esos personajes desenfadados y tienen la oportunidad de expresarse sin más mesura que su propio caracter.

Desenfado en la estructura narrativa y en el ritmo, que no tienen artificios ni triquiñuelas, solo una anarquía y una desvergüenza contagiosas pero muy saludables. Saltos en el tiempo y en el ánimo, sin red, sin disimulos ni requiebros, para darnos un galimatías emocional a la altura de este enredo familiar, y del enredo interno que gobierna a estos personajes.

Desenfado en el propio enredo, donde, (¡milagro!), por una vez en la vida, ningún personaje queda arrinconado ni sometido, todos encuentran su hueco y salen a flote sin molestarse unos a otros, complementándose de un modo asombroso, en lo bueno y en lo menos bueno. En verdad que el que suscribe pocas veces ha visto semejante filigrana. Digno de estudio.

Desenfado, verdadero desenfado, al apelar a las emociones del espectador. Y aquí debo hacer una advertencia: habrá muy pocos que no se vean reflejados en uno u otro de estos seres desmandados, cuyas vidas se nos lanzan a la cara cual copa de whisky en un melodrama, para hacer reír más que otra cosa. Muy pocos no se verán en esta película.

Y el mayor desenfado de todos: el del propio y acongojado espectador, que secuestrado por tan desvergonzada película, se permitirá desatarse cual gaseosa, y le importará un rábano verse y ser visto en uno de los estados de ánimo más saludables y a la vez absurdos en que puede caer un ser humano: riendo y llorando al mismo tiempo.

El Apartamento

El giro a la izquierda
Estados Unidos (1960)
Director: Billy Wilder. Escrita por Billy Wilder y I.A.L. Diamond.
Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Ray Walston, Edie Adams, Jack Kruschen, Joan Shawlee, Hope Holiday, David Lewis, Naomi Stevens, Johnny Seven, Joyce Jameson, Willard Waterman, David White, Edie Adams
No voy a decir que esta película es ingeniosa en sus diálogos, que su guión funciona al ritmo de un saxofón y encaja como un puzzle, que plantea un retrato de las jerarquías sociales que resulta atemporal, que crea carácteres que huyen de los estereotipos a la vez que se ajustan como pocos a aquella realidad que quieren mostrar, que tiene una puesta en escena llena de lecciones de dirección para trasladar a las imagenes las emociones de quien las habita... No hace falta decir nada de eso, porque otros críticos lo habrán reseñado ya, y eso, en realidad, no es trascendental, no sale de la pantalla. La verdadera grandeza de El Apartamento reside en lo que cuenta, y brilla en su forma porque es el vehículo que le permite hacerlo.

E aquí uno de los escasísimos ejemplos de cine trascendente, de arte en toda la extensión de la palabra (por corta que sea), de obra capaz de infiltrarse en lo que les ocurre a los que están delante de la pantalla y de viajar con ellos allá dónde fueren, llenos de dudas y quebraderos de cabeza.

E aquí una película reflejo de lo que tenemos por nimiedades vitales, nimiedades que, sin embargo, condicionan en proporciones gigantescas, más de lo que nos damos cuenta.

E aquí la historia de un hombre, de un héroe, capaz de romper su inercia vital y hacerlo en un contexto (también cinematográfico) dónde eso es casi imposible, y hacerlo desde la estricta lealtad a sí mismo, sin escatimar ni siquiera los defectos.

E aquí una película sobre uno de los temas más evitados por los autores, un tema que, porque huyen de él, echa a perder la mayoría de las películas del mundo. Tan jodido es y tan presente pide estar en cualquier historia: la libertad. No esa libertad política (entendido en sentido amplio) que todos los autores quieren filmar a bombo y platillo, sino la otra, la que solo atañe a uno mismo, la libertad de revelarse contra el circulo vicioso que, sin remedio, es el dibujo vital de cualquier individuo, y es el dibujo vital de cualquier personaje que se precie.

E aquí la historia de un hombre que no se revela contra el mundo, que no lucha contra sus antagonistas. Simplemente hace algo mucho más difícil: ejerce su libertad, a pesar de sí mismo. Gira a la izquierda. Se quita los arneses de burro. Se da de morros contra el canto de un armario... Consigue un instante de lucidez. La lucidez, eso trasciende, eso aprendemos con "El Apartamento", por un momento, montados en la peli, como el personaje, tenemos la oportunidad de ver nuestro circulo vicioso.

Y ahí se plantea un debate: ¿Nuestro hombre busca su dignidad, o en realidad huye? O sea, ¿es un valiente o es un cobarde? Sea como fuere, es libre, para ser una cosa o la otra.

Nosotros también, que no nos digan lo contrario.

miércoles, 8 de junio de 2011

Batalla de Vilanova de la Barca. Acción diversiva. Agosto de 1938.

TEXTO REVISADO EL 25 DE AGOSTO DE 2011.

El siguiente texto está, en su mayor parte, basado en el capítulo dedicado a esta acción de guerra en el libro "La batalla del Segre", de Lluís Mezquida, publicado por la Diputación de Tarragona en 1972.

El 9 de agosto del 38, ante la fuerte presión nacional en el frente del Ebro, el mando republicano decide llevar a cabo una acción ofensiva en el frente del Segre como maniobra diversiva. El lugar escogido es Vilanova de la Barca, una localidad a escasos 15 quilómetros de la ciudad de Lleida.

De madrugada, se concentran junto al río Segre, en la confluencia de éste con el río Riucorb, las fuerzas republicanas. Existe cierta confusión sobre las unidades que participaron en esta acción, y el tema merece un capítulo aparte: si bien Lluís Mezquida pone a la vanguardia en su relato a la 130 Brigada Mixta de Carabineros, parece confirmado que no es posible que esta unidad estuviera en ese punto del frente del Segre en ese momento, con lo cual es probablemente un error del autor. La 94 brigada de Infantería de Marina, mencionada también por Mezquida, sí pudo haber participado en esta acción, pues en su estudio sobre las Brigadas Mixtas republicanas, Carlos Engel relaciona a esta unidad con esta operación. Tanto Engel como Mezquida situan también a la 143 Brigada Mixta y a la 145. El estudioso local Jordi Verdú, sin embargo, a partir de sus investigaciones con documentos del comisariado republicano, en el archivo de Ávila, situa como unidades de vanguardia a la 3ª Brigada Mixta y a la 179 Brigada Mixta. Carlos Engel confirma la participación de ambas unidades, además de la 145. También parece incuestionable la participación de la 153 Brigada Mixta, que relevó a la 3ª al quinto dío de ofensiva. También se movilizó a la 135, 131 y la 146, según Jordi Verdú, que permanecieron en la reserva. Por último, hay que mencionar la 38 Brigada Mixta, pues el camillero Baldomer Gràcia, perteneciente a esta unidad, relata en sus memorias su intervención en esta batalla, aunque sin llegar nunca a cruzar el río, por lo que cabe pensar que esta brigada solo actuó en tareas de apoyo. La información más reciente es la que aporta Jordi Verdú, con lo que partiremos de la base de que las unidades que mayor protagonismo tienen en la batalla son la 3ª, la 179, la 153, la 145 Brigadas Mixtas, y añadiremos a su aportación la 143, pues Carlos Engel la menciona también, y Lluís Mezquida la documenta con testigos.

Cruzan el río batallones de la 3ª y la 179 Brigada Mixta sin obtener demasiada resistencia. Las fuerzas nacionales son escasas, y se ven sorprendidas por el ataque. Cruzan más batallones con el objeto de ensanchar y asegurar una cabeza de puente, a la vez que las compañías de Pontoneros inician el tendido de pasarelas, así como un puente para el traslado de carros de combate. Al amanecer, la 3ª, la 179 y una parte de la 145 han cruzado el río, esta última solo parcialmente, ya que los nacionales provocan una crecida del Segre para abortar el ataque que interrumpe el movimiento de tropas. Antes ha pasado también una compañía de tanques T-26 rusos. Posiblemente, según Mezquida, cruza también la 143 Brigada Mixta. Con esas fuerzas se consigue asegurar una cabeza de puente de reducidad dimensiones, lo que se conoce como una "lenteja".

Los nacionales, alertados, abren las compuertas de las presas de Camarasa y Tremp provocando una fuerte crecida del río. Esto detiene el paso de nuevas tropas. La siguiente respuesta nacional es el bombardeo de la zona, que termina por destruir casi por completo el pueblo de Vilanova de la Barca, en la inmediata retaguardia republicana. Al mismo tiempo se ametralla desde el aire las fuerzas republicanas situadas en la cabeza de puente.

Las fuerzas republicanas, bien equipadas y motivadas, sufrieron un severo e inesperado contratiempo. Según afirma Jordi Verdú, las unidades concentradas en la cabeza de puente se quedaron practicamente sin mandos, pues por diversas circunstancias, los comandantes de la mayor parte de ellas, no lograron cruzar el río. Ese contratiempo supondría un grave obstáculo para una operación bien diseñada y con fuerzas suficientes para lograr su objetivo, que, a la postre, no era otro que tomar la localidad de Castelló de Farfanya, a unos 15 quilómetros de río, con lo que se hubieran cortado las comunicaciones nacionales por carretera entre Lleida y Balaguer. La operación era viable dado que los nacionales, según apunta Verdú, no tenían tropas en profundidad, y la concentración de fuerzas republicanas era considerable.

A pesar de los contratiempos, los republicanos se afianzan en el terreno conquistado, y las fuerzas rebeldes de la 54 división, se retiran a posiciones de resistencia.

La acción republicana se deja sentir en todo el sector en la retaguardia nacional. Cunde el temor, especialmente en la ciudad de Lleida de que los combates se generalicen, y se inician los planes para evacuar de civiles la ciudad, que quedan en suspenso cuando se detiene el avance republicano en Torrelameu, aunque se mantienen en fase de máxima alerta. El mando ordena reforzar todas las líneas nacionales. 

La noche del día 10 al 11 de agosto, tienen lugar los primeros contraataques nacionales, que consiguen destruir varios tanques T-26. La ofensiva queda agotada y se estabiliza. A partir de entonces son los nacionales los que llevarán la iniciativa, encargándose a la 54 división la tarea de recuperar la cabeza de puente.

Los combates que tienen lugar los siguientes días son de gran dureza, en atención a los partes de guerra de ambos bandos, teniendo lugar constantes ataques y contraataques en las huertas de Vilanova y Torrelameu, una zona completamente llana. Un comunicado nacional, del día doce, especifica la captura de 200 prisioneros republicanos, así como el entierro de 400 cadáveres enemigos. El día 13, un comunicado republicano, hace referencia a un severo ataque nacional rechazado causando gran cantidad de bajas al enemigo. 

La actividad aérea de los nacionales es constante, y reduce a escombros la localidad de Vilanova. Según La Vanguardia del 14 de agosto, los sucesivos ataques destruyen el 80% del caserío habitado. (De hecho, esta localidad fue proyectada de nuevo y reconstruida por completo al terminar la guerra)

Los combates se suceden. El día 14, según el Ministerio de Defensa republicano, un ataque nacional es rechazado causando más de 300 bajas al enemigo, entre los muertos hay un comandante (el jefe del Tercio de Nuestra Señora de Valvanera) y dos tenientes. Ese día, según Jordi Verdú, la 3ª Brigada Mixta, muy diezmada, es substituida por la 153. El día 15 sigue la misma tónica de ataques nacionales. Las bajas en ambos bandos no dejan de aumentar. Son estos dos días, probablemente, los más duros para los rebeldes. Sin embargo, poco a poco, los nacionales consiguen recuperar terreno en la cabeza de puente. En ese momento, la acción de los republicanos parece ya un fracaso, y se decide mantener la resistencia con un objetivo puramente logistico: evitar la pérdida de toda una compañía de tanques T-26, un armamento inestimable para los intereses republicanos, pero que terminaría por costar la vida a centenares de soldados.

A partir del día 17 son los republicanos los que reciben mayor castigo. Un comunicado de ese día habla de severa derrota para los republicanos. Se destruyen varios tanques y detalla el entierro de al menos 278 cadáveres enemigos. Se hacen también gran número de prisioneros.
Ese mismo día, se inicia la retirada republicana. Las brigadas que estaban en vanguardia, ya muy castigadas después de 8 días de combates constantes, retroceden bajo continuo fuego de artillería y bombardeos y ametrallamientos aéreos. Ante la evidente retirada, se sitúa a la 135 Brigada Mixta al otro lado del río en previsión de un intento de cruzarlo por parte nacional y como cobertura para las tropas en retroceso. La ofensiva republicana termina el día 18, tras nueve dramáticas jornadas. Según el parte nacional, del día 19, "quedó completamente limpia de enemigos la orilla derecha".

La retirada republicana fue trágica en algunos momentos, pues con el dominio de las presas del norte, los rebeldes producen avenidas de agua para dificultar el paso del río. La avenida del día 19 se lleva decenas de cadáveres insepultos, y causa numerosas bajas por ahogamiento. Además, centenares de soldados republicanos se quedan atrapados por la crecida y son acribillados por los nacionales. Ocho días después de la ofensiva, un parte nacional, relata: "a las enormes bajas sufridas por el enemigo, hay que sumar 411 cadáveres, contados a su paso por Lérida, que fueron arrastrados por las aguas del río".

Como colofón trágico-cómico a tan mortal y estéril acción, se produjeron durante los siguientes días, varios intentos republicanos por recuperar algunos carros de combate T-26, que habían quedado abandonados en el cauce del río Segre. Se tendían durante la noche cables para remolcar los tanques hacia el margen izquierdo. La 143 brigada fue, según Mezquida, la encargada. Cada intento desataba fuertes tiroteos entre ambas orillas del río. Finalmente, se desistió sin lograr ningún resultado, dado el elevado número de bajas que ocasionaba.

No hay una contabilidad fiable del número de bajas en cada ejercito. Sin embargo, valga como referencia de la extrema dureza de esta acción, un dato que aporta Lluís Mezquida con testigos del Hospital de Arbeca: de la 143 Brigada Mixta, quedaron únicamente 143 combatientes.

La delgada línea roja

Estados Unidos, 1998
Escrita y dirigida por Terrence Malick, a partir de la novela de James Jones
Sean Penn, James Caviezel, Nick Nolte, Elias Koteas, Ben Chaplin, Dash Mihok, John Cusack, Adrien Brody, John C. Reilly, Woody Harrelson, Miranda Otto, Jared Leto, Will Wallace, John Dee Smith, John Travolta, George Clooney, Nick Stahl, Thomas Jane, John Savage, Kirk Acevedo, Tim Blake Nelson, Larry Romano, Penelope Allen, Simon Billig, Mark Boone Junior, Don Harvey, Norman Patrick Brown, Arie Verveen, Jarrod Dean, Matt Doran, Travis Fine, Paul Gleeson, Danny Hoch, Robert Roy Hofmo, Don Harvey, Michael McGrady.
La inmortalidad
El viento sopla, las hojas se mecen, los pájaros cantan, y los hombres se matan. ¿El sinsentido de la guerra? ¿O quizás simplemente su condición de hecho efímero, como todos los otros hechos que ocurren en el mundo? La guerra llega, ocurre, y luego pasa, y los que mueren desaparecen. Y los nativos seguirán pescando bajo el agua, y criando a sus hijos, y cazando en los bosques subtropicales. Y el viento seguirá meciendo las hojas y los pájaros seguirán cantando en los árboles.

Todo es efimero, excepto, posiblemente, una cosa: el arte. Los cuadros de Goya, la música de Bach, las obras de Sófocles, y con ellas, se inmortaliza a los hombres. "La delgada línea roja" es una obra de hechos efímeros, de pensamientos fugaces que quieren ser inmortales. La guerra es mala, o no, vete a saber. Pero la guerra es un todo gigantesco hecho de muchos miles o millones de células, hombres que la viven como un acontecimiento individual: yo contra el que tengo delante, yo contra ese nido de ametralladoras, yo con las vísceras desparramadas intentando sobrevivir, yo helado a un minuto de morir, yo con los árboles centenarios y los pájaros, mientras silban las balas a mi alrededor...

Esta película sitúa cada cosa en su sitio. La guerra, que pasará, ocurriendo en un soporte eterno que permanece inmutable. Los hombres que la forman, que libran su propia guerra interior. Y el cine, el arte, que de efímeros, de agonizantes, los convierte a todos ellos en inmortales.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cartas a Julieta

Estados Unidos 2010

Dirigida por  Gary Winick
Escrita por José Rivera, Tim Sullivan
Amanda Seyfried, Vanessa Redgrave, Gael Garcia Bernal, Franco Nero, Christopher Egan, Marcia DeBonis, Giordano Formenti, Fabio Testi, Oliver Platt


Echo de menos a Ed Wood
Esta película empata con unas cuantas miles más en mi lista de "Peor película de la Historia". Y si me molesto en escribir algo es porque resulta que, en mi caso, el bochorno es un resorte muy motivador. De todos modos, seré breve.

No se puede aprovechar ni un centímetro del metraje de esta película, ni siquiera los paisajes, y lo siento por ellos que no tienen la culpa, pero es que toca las pelotas ya el tema de la Toscana y sus chopos en la carretera y sus viñedos y no se cuantos topicazos más. Parece mentira que que se puedan dar aún más vueltas de tuerca a una tuerca tan mareada. Corrijo: parece mentira que se pueda dar la misma vuelta de tuerca a la misma tuerca. Y con tan poca gracia, porque la misma historia con un poco de ingenio o con un algo de filigrana que le diera pulso al encefalograma, podría ser tolerable. Aquí todo es más plano que Holanda. Bochornoso, de arriba a abajo, atentado al buen gusto cinematográfico en todos los sentidos. A la inteligencia no, porque la peli tiene la decencia de no contar ya con ella, de no exigirla en lo más mínimo.

Parece mentira que alguien pueda escribir semejante guión y quedarse tan ancho. Creo que un mes antes de verla, ya sabía como acababa.

Echo de menos a Ed Wood y a sus malas películas. Mil veces antes cualquier esperpento que este árido desierto.

martes, 19 de abril de 2011

La batalla de Lleida (1938)

(También conocida como Batalla de Lérida (1938))

Una de las batallas más desconocidas, y por tanto más olvidadas de la Guerra Civil en Catalunya es la batalla de Lleida. Es un hecho en verdad sorprendente, pues fue una batalla de proporciones y repercusiones importantes. Enfrentó entre el 31 de marzo y el 3 de abril de 1938 en los alrededores de la ciudad y en sus calles a más de 20.000 hombres, se produjeron combates durísimos y dejó un trágico balance que algunas fuentes sitúan en 950 bajas entre los nacionales, y una cifra que podría acercarse a las 4000 en el bando republicano, entre muertos, heridos y prisioneros. Además, la batalla de Lleida fue la única por la toma de una ciudad que se produjo en Catalunya, con las consecuencias durísimas que tuvo para sus habitantes, supuso un tremendo golpe moral para la república, y afianzo definitivamente a las tropas nacionales en la antesala de la toma de Catalunya.

Existen pocas publicaciones sobre el frente del Segre, y menos aún respecto a la batalla de Lleida. Uno de los más interesantes y documentados libros sobre los hechos ocurridos en esos días en la ciudad es "La batalla del Segre", publicado por Lluís Mezquida en 1972. En su relato está basado este artículo.

Tras la toma de Teruel por los rebeldes, las tropas republicanas retrocedieron en desbandada ofreciendo poca resistencia al avance imparable de las divisiones nacionales. El objetivo de estas era Lleida, como puerta de entrada a Catalunya. Por parte republicana, las ordenes hablaban de "defender a toda costa la población de Lérida". Días antes de iniciarse los combates, quedaba claro que la ciudad era el lugar donde se iba a librar la batalla, y para ello se prepararon los dos ejércitos.

Se encarga a la 46 división, la defensa de la ciudad. Ésta se reorganiza a toda prisa entre el 29 y el 31 de marzo, reforzándose con lo que queda de la 16 División y tropas procedentes de la 27 División, que se trasladan a toda prisa a la zona. Junto con otras unidades agregadas, el ejercito defensor lo formarían, según cálculos de Lluís Mezquida, unos 10.000 hombres. Se pone al mando de la División a Valentín González González, "el Campesino".


Valentín González González, "el Campesino"

Estas tropas se reparten en tres brigadas, la 10, la 60 y la 101, y se despliegan por la huerta de Lleida, en el margen derecho del río, aproximadamente a unos 2 kilómetros de la ciudad, en concreto por las partidas de Montcada y Boixadors, al norte, y por Sant Just, Pla del Batlle, Caparrella y Rufea, al sur.

En el bando nacional, se encarga a la 13 División, mandada por el general Fernando Barrón Ortiz, el asalto a la ciudad, reforzada por la 150 División y la 5ª División de Navarra, sumando entre todas las unidades, también, unos 10.000 soldados. La 13 División era conocida como la "mano negra", pues llevaba una mano negra dibujada en su estandarte. Entre esas tropas se encuentran algunas de las unidades de élite de los rebeldes, tropas muy experimentadas y con fama de ser implacables, como el Tabor de Tiradores de Ifni, y varias banderas de la Legión.

El principal objetivo militar era inicialmente la colina conocida como "Les Collades", en la partida de Sant Just, de poco más de 200 metros de altura, un punto estratégico para avanzar sobre la ciudad. Los nacionales pretendían tomar esa cota y paralelamente asaltar un segundo punto estratégico, Gardeny, que les permitiría ya tener una posición de privilegio sobre la ciudad.

Desplegados ambos ejércitos, bajo un permanente fuego de artillería por ambas partes, que en los días previos había dejado la ciudad prácticamente vacía de civiles, la orden de ataque se da la noche del 30 al 31 de marzo. Los combates más duros se producen en "Les Collades", en Sant Just. Este punto estratégico está defendido por la 60 Brigada republicana, y los atacantes son unidades de la Brigada móvil de Caballería y de la 150 División. Durante todo el día, se producen ataques, contestados con contraataques republicanos. Especialmente sangrientos son los enfrentamientos en la cota 205, que fue tomada y recuperada hasta tres veces a lo largo de un día de combates sin tregua. Los combates, con fuertes contraataques republicanos, continúan por la noche, para luego pasar a una calma tensa. También durante ese día, se inician los ataques a Gardeny por el sur.

El día 1 de abril, los republicanos mantienen su posición en "Les Collades" y en Gardeny, pero la situación de las tropas nacionales es ahora mucho más favorable para la toma de sendas colinas. Se suma a ello la superioridad de la artillería y la fuerza aérea nacional. Durante el primer día, los nacionales ya han hecho 180 prisioneros. Los combates prosiguen, sucediéndose otra vez ataques y contraataques, y produciéndose numerosas bajas en ambos bandos, en especial entre los republicanos que defienden "Les Collades". La vanguardia nacional consigue ventajosas posiciones para el asalto final a ambas colinas, a pesar de los contraataques republicanos que se intensifican durante la noche del día 1 al 2 de abril.

Durante el día 2 se intensifica el fuego artillero sobre las dos colinas, contestado por los republicanos que cuentan además con varios tanques rusos. Los nacionales inician el asalto a Gardeny en un duro combate con elevadas bajas. Los republicanos se defienden con incesante fuego de ametralladora. Van a la vanguardia el Tabor de Tiradores de Ifni y la 4ª bandera de la Legión. En el ataque se logra conquistar buena parte de la colina, aunque no el castillo, pues las hostilidades se detienen con la caída de la noche. El avance nacional se ve favorecido por las maniobras de infiltración por el camino de Gardeny de algunas unidades, que obligan a un repliegue de los defensores por temor a quedar aislados.

Lo mismo ocurre en "Les Collades". Los movimientos envolventes fuerzan el repliegue republicano, con lo que el asalto resulta menos duro que en jornadas anteriores. Las fuerzas republicanas se retiran hacia la ciudad en este sector. De este modo, los rebeldes se hallan ya a un paso del casco urbano, teniendo bajo control las partidas de Empresseguera y buena parte de Vallcalent. El frente se traslada en este sector ya a las primeras casas de la ciudad.

Durante la noche del 2 al 3 de abril, se produce un fuerte contraataque  republicano en Gardeny con la intención de recuperar el terreno perdido durante la jornada, pero es repelido tras un intenso combate de media hora. También durante la noche, las fuerzas republicanas se ocupan en parapetarse en las primeras casas de la ciudad. Se trabaja intensamente en la calle Academia, donde se improvisan "corredores" entre las casas, tumbando tabiques, para evitar el fuego enemigo. Se colocan minas en la calle Sant Antoni y Plaça Catalunya, y se instala dinamita en los puentes sobre el río. Los defensores reciben la orden de "resistir a toda costa"

El ataque, el día 3 de abril, se produce simultaneamente, a partir de las 12 horas, por varios puntos, quedando desbordadas las defensas republicanas. El grueso de las fuerzas penetra por las calles Academia y Alcalde Costa, y por el camí de la Mariola hasta l'Escorxador y la Rambla d'Aragó.



Tropas de la 46 División defendiendo la ciudad en la calle Alcalde Costa, el día 3 de Abril. Al fondo se ve Gardeny desde donde ataca la 13 División nacional. Esta violenta y dramática imagen, de autor desconocido, es una de las pocas que existen de la batalla.

Por el otro lado, el ataque pretende llegar hasta la Estación de Ferrocarriles, y en el centro, por el camí de Vallcalent, hasta Santa Teresita, Camp de Mart y la carretera de Huesca. Los atacantes consiguen penetrar en la ciudad, y avanzar lentamente hacia el centro, hostigados en todo momento por fuego republicano, procedente de ventanas y esquinas. Las unidades republicanas no consiguen detener el avance por el norte, y los nacionales toman la estación a las 3 de la tarde tras superar una lluvia de balas de las ametralladoras parapetadas en las casas de la ciudad. Por la calle Academia, los defensores retroceden hacia el puente. En este momento, los rebeldes reciben inestimable ayuda artillera, pues dominan las colinas de las afueras de la ciudad y las baterías pueden precisar sus disparos.

La situación de las tropas republicanas es ya desesperada y su defensa desorganizada. Gracias a ello, los nacionales toman rápidamente la Seu Vella, que es casi abandonada por los defensores, ante el temor de quedar aislados.

Al atardecer se establece una fuerte bolsa de resistencia republicana en "El Molí de Gualda", pero la artillería lo destruye, produciéndose un gran incendio. Las tropas republicanas comienzan a cruzar el río Segre hacia el margen izquierdo. En la carretera de Viella, donde se ha combatido durante toda la jornada, los republicanos se repliegan. No existe ya comunicación entre las unidades defensoras que, presionadas, van retrocediendo para cruzar el río. Durante el repliegue, se dificulta el avance enemigo provocando el incendio de algunos edificios del centro de la ciudad. El fuego pasa de unas casas a otras hasta generalizarse en algunos puntos, especialmente en la calle Estererias, donde numerosos edificios quedan arrasados por las llamas.

A las 14 horas, el mando republicano se instala en la Bordeta (al otro lado del río) mientras se organiza en la Banqueta la evacuación de las diezmadas tropas hacia el margen izquierdo del río. Inmediatamente después se vuelan los puentes de la ciudad, a pesar de que todavía hay bolsas de resistencia en la Rambla d'Aragó y en la plaça Berenguer IV, así como en algunas zonas de la huerta. Estas bolsas fueron reducidas, o se disolvieron cuando sus integrantes, conscientes de la situación, cruzaron el río durante la noche.

Desde ese momento, el frente quedará establecido en el río Segre, con los republicanos en el margen izquierdo, y los nacionales en el derecho. Son frecuentes durante los siguientes días los tiroteos de un lado o de otro, así como la esporádica acción de artillería. Se producen escaramuzas durante el día 4 en los alrededores de la estación que terminan con varios muertos republicanos. El frente se estabiliza, a pesar del temor de unos y otros de eventuales contraataques que no llegan nunca a producirse. La situación no se moverá durante 9 agotadores meses, que hacen de la vida en la ciudad, una empresa altamente arriesgada, pues es frecuente la acción de francotiradores durante todo ese periodo, además de puntual fuego artillero.

Con la toma de Lleida, el ejercito nacional avanza ya sin apenas resistencia a lo largo de todo el margen derecho del río Segre tomando las localidades de los alrededores y preparándose para la toma de Balaguer, que será un hecho en los próximos días.

Es imposible conocer con exactitud el número de bajas resultantes de la batalla. Por el bando nacional, una fuente habla de 300 bajas el día 1 de abril, 400 el día 2, y 250 el día 3, haciendo un total de 950, casi un 10% del total de la 13 División. Hay que hacer notar que esta información no menciona las posibles bajas registradas el día 31 de marzo, que pudieron ser cuantiosas, pues tuvieron lugar severos combates. Por parte republicana, no existe ningún parte. Aun así, Lluís Mezquida hace un cálculo de las bajas de la 46 División, apuntando la posibilidad que se perdieran un 40% de sus efectivos, entre muertos, heridos, desertores y prisioneros. De sus tres brigadas mixtas, la 60 fue de largo la más castigada. Dos semanas después de los combates, en un documento militar, se menciona que la División está "para organización con personal recuperado", y se contabilizan los efectivos de sus unidades. Mientras la brigada 101 y la 10 cuentan con más de 2300 hombres cada una, la 60 solo cuenta 505. Esta brigada fue la encargada de defender "Les Collades", donde se produjeron los combates más duros. Sumando los efectivos de las tres brigadas, así como los de las diferentes unidades agregadas, la 46 división contaba dos semanas después de la batalla con unos 6882 soldados. Estos datos, sin embargo deben tomarse con cautela. En cualquier caso se puede asegurar que el numero de muertos y heridos entre ambos bandos fue muy elevado.


A pesar de que la 46 División republicana sería condecorada por esta batalla, su máximo responsable, Valentín González "el campesino", fue severamente amonestado por sus superiores, que llegan a tacharle de cobarde, así como de ceder terreno con demasiada facilidad y no cumplir las ordenes de resistir el ataque hasta las últimas consecuencias.


ESTE ARTÍCULO SE AMPLIA CON UNA SEGUNDA PARTE, PUBLICADA EN ESTE BLOG EL 28 DE AGOSTO DE 2012:
http://permezzo.blogspot.com.es/2012/08/la-batalla-de-lleida-1938-ampliacion.html

miércoles, 30 de marzo de 2011

Nunca me abandones

Estados Unidos, 2010
Dirigida por Mark Romanek

Escrita por Alex Garland, a partir de la novela de Kazuo Ishiguro

Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Charlotte Rampling, Sally Hawkins, Izzy Meikle-Small, Charlie Rowe, Ella Purnell, Nathalie Richard, Andrea Riseborough, Domhnall Gleeson, Oliver Parsons.


A imagen y semejanza
"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia".

Es una idea muy atractiva para novelistas, guionistas e inventores de historias, el centrarse en seres creados por el hombre, criaturas que deberían ser insustanciales, pero que terminan desarrollando emociones. Tiene un gran potencial para la metáfora y para el drama. El replicante Roy, en "Blade Runner", puede parecer un monstruo, pero sus pensamientos antes de morir tienen una humanidad desgarradora. Los "replicantes" de "Nunca me abandones", no han visto la Puerta de Tannhäuser, no han estado en Orión ni conocen los rayos C, pero han experimentado cosas igual de gordas, como por ejemplo el amor.

La película tiene como acierto hacer un planteamiento de la historia desde el punto de vista de esos seres supuestamente neutros. Eso favorece la omisión de mucha información científica y filosófica, y orienta al espectador hacia la observación de lo que esos seres son y sienten a lo largo de su existencia. El resultado es una película de una amargura permanente en la cual planean nubarrones de cabo a rabo, sin concesión a la más escueta chispa de alegría. Y es que la primera reflexión que puede suscitar esta película, extrapolable a otros ámbitos, es que hace falta un intangible esencial para que la vida tenga sustancia: futuro.

La película se centra en el periplo de esos seres con fecha de caducidad, fabricados para ser sacrificados como ganado. Lo que más sorprende es que con el avance de la historia uno descubre que son seres primarios, incapaces de contestar su destino. Son, sin embargo capaces de soñar, de comprender su cometido vital, de sentir miedo, celos y envidia, de generar su propia identidad. Vamos pues a asistir observar el comportamiento de unos seres enjaulados, conscientes y sumisos. Se puede decir que es una propuesta casi masoquista.
De paso, puede entreleerse un aviso crítico a nuestras sociedades del hiperbienestar, camino de la hiperasepsia: arrasamos con todo para salirnos con la nuestra, hacemos lo que haga falta para protegernos de cualquier mal, incluso convertirnos en desalmados. Es la lucha por la especie, la vertiente más animal del ser humano.

Por lo demás, la película es de parco argumento, los conflictos son menores, son enredos humanos que, bajo la gigantesca sombra de la "culminación" nos muestran el ADN de estos seres. Quizás algunos espectadores echen en falta mayores conflictos, menos contención, más ciencia-ficción, pero lo que se gana por un lado, puede perderse luego por otro. La película es más plana en algunos aspectos argumentales, pero más rica en otros emocionales. Quizá podía haber sacado más partido de una situación que ofrece muchas variables, pero no debe olvidarse que está basada en una reconocida novela, y en cualquier caso, el camino por el que opta, sí lleva a alguna parte, y eso es lo que debe pedirse a una historia.
Como el replicante Roy de "Blade Runner", como los personajes de otra película sobre el tema, "la Isla", los muchachos amargados de "Nunca me abandones", son versiones modernas y sofisticadas de nuestro viejo amigo Frankenstain, ese monstruo que desafió allá por 1818 el poder omniscente de Dios y que demostró a pesar de los remiendos, que habían en él briznas de bondad.

Esta historia nos muestra en definitiva, la esencia contradictoria del ser humano, que crea y para ello destruye, que hace el bien, y para ello debe hacer el mal, que ama y odia, que es capaz de lo más bello y de lo más horrible. Nadie está libre de culpa, ni siquiera los propios "replicantes", fabricados por el hombre a su imagen y semejanza.

lunes, 21 de marzo de 2011

Mi querida señorita

España (1971)
Dirigida por Jaime de Armiñán
Escrita por Jaime de Armiñán y José Luis Borau
José Luis López Vázquez, Julieta Serrano, Antonio Ferrandis, Enrique Ávila, Lola Gaos, Chus Lampreave.
Morbo
¡Qué tiempos aquellos, cuando todo estaba todavía por hacer! Esta historia es de aquellas que está allí a la espera para que alguien la coja, y es tan bueno el argumento, que se escribe solo. Debieron ser grandes años aquellos 70 para los cineastas, cuando poco a poco veían que se ampliaban los márgenes y se abría ante ellos un campo enorme de posibilidades, cuando veían que todas las historias estaban allí, esperando para ser contadas.

Creo que hay que situarse en el contexto para valorar la película en todas sus dimensiones. Hoy se habla de transexualidad cuando se comenta "Mi querida señorita", pero creo que no pensaban en eso Armiñán y Borau cuando la escribieron, todavía quedaba un poco lejos. Lo que tenían entre manos era una idea muy buena, y un argumento lleno de morbo. Algunas fases de esta película recuerdan el sugerente final de "Viridiana", cuando Buñuel, con sutileza, dejaba entrever ideas tan escandalosas que la censura no acertaba a verlas. La historia que aquí nos ocupa se encuentra entre lo más morbosillo que éste que suscribe ha visto en su vida. Y lo más genial de todo es que parte de una premisa que es de lo más recatada. Seguramente eso debió decidir a la censura a darle el visto bueno, en realidad ninguno de los personajes hace nada punible para el franquismo, son rectos seguidores de la decencia, pero son personajes que, como piezas de ajedrez, se ven empujadas a situaciones que aun hoy, resultan chocantes. Y precisamente ese recato, amplifica el morbo y da mayor potencia a la historia "emocional" que aquí se cuenta.

La gran virtud de esta película, lo que hace que no envejezca, es que Armiñán se centra en sus personajes. Por eso resulta tan morbosa hoy como hace 40 años. Por eso la película funciona tan bien. La secreta atracción entre la señorita y su doncella es sutil en extremo, para el espectador es más producto de su morbosa imaginación que de lo que realmente aparece en pantalla. Debíó ser una película incómoda de ver para muchos, que debieron sentir ganas de correr al confesionario en pleno visionado por pensamientos impuros. Un acierto, un recato del guión, que al final juega a su favor. La relación entre las dos "mujeres" es irreprochable, y con el avance de la historia, pasa a ser una relacion verdaderamente emocionante por lo que tiene de auténtica: esta contención permite desatar los acontecimientos en la segunda parte de la película, y hacerlo con una coherencia que escucha mucho más a las emociones (también el espectador), que a los hechos. Cuando eso ocurre, no hay ninguna duda, estás ante una gran película, estás ante un ejercicio de hipnosis. Eso es el cine en definitiva.
El amor del guión por los personajes opera un milagro propio de las buenas películas, de los buenos hipnotizadores: los detalles "técnicos" de la historia no son importantes, pueden obviarse, pueden pasarse por alto. Con una película así, la verosimilitud alcanza altas cotas de maleabilidad y da un amplio margen a su director. ¿Por qué Adela no sabe que es un hombre? ¿Como llegó a ocurrir semejante equívoco? Uno se lo pregunta en algún momento, pero Armiñán y Borau saben que no les hace falta perder tiempo dando explicaciones, el espectador ama a los personajes y quiere saber qué les ocurre. Lo demás es secundario.

El argumento de "Mi querida señorita" es de una simplicidad asombrosa. No tiene que proponérselo demasiado para hacer una crítica a la sociedad española del momento. Lo que ocurre es de sentido común, no hay malos, no existe un enemigo visible. Éste es algo abstracto que todos comprendemos. La película se limita a hacer, muy hábilmente, un retrato social sin estridencias que, visto hoy, resulta entrañable y creíble. La señorita Adela Castro, solterona, respetada en la comunidad, haciendo el saque de honor en un partido de futbol, lo dice todo. Y lo hace "a lo Pirri". Algunos momentos de guión de esta película están a la altura del mismísimo Billy Wilder.

Lo que más interesa a Armiñán y Borau es cómo redefine su vida el personaje, cómo Adela Castro se convierte en Juan Castro. La película es simétrica en este aspecto. Al fin y al cabo, es una película sobre la identidad, sobre el miedo a ejercerla, sobre la libertad que proporciona. Y por encima de todo, es una película sobre el amor, que aunque latente, resulta apabullante, sano, valiente, reconfortante, ...

Esta historia estaba allí para que alguien la cogiera. Por suerte fue alguien que supo sacarle mucho partido. Que supo organizarla con un grado de economía, en un ejercicio de síntesis, que la hace brillante a veces (véase como está contado el cambio de sexo: ruido, salida de un tunel, cruces de vías, llegada a un andén y la espalda de un hombre que camina entre la gente y que ya intuimos quién es), aunque, todo hay que decirlo, pobre otras veces, porque resulta un tanto escueta, parca y de dirección un poco bruta. Como acierto mayúsculo, los actores. López Vázquez emociona de arriba a abajo. Y por supuesto el guión. La frase final es la que merecen las grandes películas como ésta. Otra vez, a la altura de Billy Wilder.

Todas las buenas películas tienen, sumergidos, grandes temas, grandes reflexiones humanas, grandes mensajes, y a la vez ofrecen enganches en superficie para atrapar al espectador. En este caso, el enganche es uno de los más potentes del mundo: el morbo.

viernes, 18 de marzo de 2011

Los amigos de Frankenstein (Tercera parte)

El relato de Percy Shelley es en realidad un escrito bastante caótico que, sin lugar a dudas, no estaba destinado a ser publicado. No tiene calidad literaria, más allá de la natural capacidad que Shelley tenía para relatar, pues se trata solo de apuntes precipitados que su autor escribió como génesis para un relato posterior. Existen contradicciones y no hay una estructura narrativa convencional. No es otra cosa que una suma de ideas escritas en el orden en que se encendían en la mente de Shelley. Sin embargo, leído al completo, la historia queda clara, y solo hace falta un sencillo trabajo de reordenación para que ésta pueda considerarse narrativamente efectiva. Esto es lo que yo he hecho, ordenar la historia. He eliminado también algunos pasajes. He hecho esto únicamente cuando quedaba claro que a la par que escribía, Shelley incorporaba ideas que se contradecían con ideas anteriores, y solo cuando quedaba claro cual era la idea que él tenía previsto que debía prevalecer. Ha sido pues la mía una tarea de depuración, de eliminación de aquello que el propia autor desechaba, aun sin eliminarlo del texto, pues es evidente que sería modificado en una posterior redacción literaria. Entre una cosa y otra, mi objetivo ha sido pulir la historia para que sea coherente de acuerdo con lo que, parece claro, pretendía contar Shelley.

É aquí el cuento que Percy Shelley escribió como contribución a su apuesta. Dejadme solo advertir, como preámbulo, que parte de una premisa similar a la que utilizó Mary Shelley para escribir Frankenstein, devolver la vida a un ser muerto, pues parece confirmado que ese era el tema que el grupo discutía cuando se propusieron escribir sus narraciones. El cuento de Percy, como se verá, aunque terrorífico, tiene, potencialmente, una intención más poética y dramática que el de su esposa Mary. No debe olvidarse que Shelley era poeta. Su cuento, aunque exento de calidad literaria en la fase de redacción en la que lo abandonó, resulta sin embargo impactante, pues, aun tratándose solo de un esquema, la fuerza dramática que evoca, es gigantesca. Ah, se me olvidaba, el título provisional que Shelley escogió para su relato, escrito en su diario, por cierto en la última página, es “Carne muerta”. Así dice:


“Debemos aterrarnos, y conmovernos al mismo tiempo ante la historia del doctor Marcus Percy Fortune, afamado científico caído en desgracia durante los meses de verano del año 1816. Su historia me fue relatada por los lugareños de esta parte de Suiza en la que me encuentro y no he sido capaz de librarme de ella todavía. Dios será quien juzgue los actos de este hombre enloquecido por el amor y por la ciencia que puso sin ningún comedimiento la segunda al servicio del primero, desafiando con ello al creador. Lo que voy a relatar ocurrió en primavera, en la ciudad de … , ribereña del lago Constanza, al este del país. Marcus Fortune tenía allí una vieja casa familiar, situada junto a las aguas calmadas del Constanza y rodeada por un bosque espeso y húmedo, alejada tres quilómetros del centro de la ciudad. Fortune estaba casado con una mujer alemana de belleza perturbadora, una belleza redoblada con su exquisitez y la delicadeza de su temperamento y de su gracia. De su feliz unión nació un muchacho avispado y dulce, a quien llamaron Thomas, tierno como pocos y agraciado naturalmente con la belleza y la exquisitez de su madre.

Fortune era un científico que, aunque joven, gozaba de un gran prestigio entre los de su gremio. Era un destacado investigador de la naturaleza del organismo, de sus partes y de su mecánica práctica. Aunque se doctoró en medicina, su interés se desvió hacia la ciencia forense con el objetivo de averiguar cuanto le fuera posible sobre el funcionamiento del cuerpo y el misterio de la vida. En los últimos meses le fascinaba ya abiertamente una idea que hasta entonces solo había estado presente en su tarea de un modo subyacente. Ocurrió cuando analizando un cadáver, éste, ante sus ojos volvió repentinamente a la vida. El caso tuvo una notable repercusión en la ciudad y dio lugar a numerosas habladurías, aunque el propio Fortune dictaminó que aquel “cadáver” en realidad no era tal, sino que se trataba de un hombre aquejado de una extraña enfermedad que ralentizaba las constantes vitales de su cuerpo y facilitaba la confusión entre la vida y la muerte. A partir de aquel episodio, Fortune desató su interés por la fina línea entre aquello que poseía vida en su interior, y aquello que estaba vacío de ella. Su investigaciones se centraron en tratar de observar aquello que causaba el fin de la vida, que la apagaba, con el objetivo final de descubrir si existía un modo de encenderla otra vez.

Fotune elaboró una teoría según la cual, si un cuerpo muerto era debidamente conservado y se resolvía aquello que le causara la muerte, no había razón para que no pudiera volver a ser activado. La cuestión era averiguar cual era el interruptor para hacer efectiva esa operación. Fortune comenzó a hablar de sus teorías con otros colegas, pero, para su sorpresa, estos las recibieron con pavor, y al poco el joven investigador fue quedando aislado, lo que cambió su carácter y le volvió más huraño. Fortune estaba resentido, pues no podía comprender cual era la razón por la que se recibían con tanto recelo sus ideas, que al fin y al cabo, solo pretendían devolver la vida.

Fortune partía de la base de que el cuerpo se alimentaba a través de la sangre, y lo que enriquecía a ésta era el alimento y el oxígeno. Para “reactivar” un cuerpo muerto y reparado, lo que debía hacer en primer lugar era procurarle alimento y oxigeno, y luego encontrar el modo de que la sangre enriquecida circulara a través de él. Para eso, era necesario que el corazón volviera a bombear sangre. Ahí estaba el verdadero enigma: encontrar una fuente de ignición. A partir de algunos ensayos con corazones de animales, observo que el tejido coronario reaccionaba a algunas sustancias químicas. Con esa base, elaboró un cóctel químico que, a la vez que activaba los tejidos, los protegía de agresiones. En este punto de su investigación estaba en verano de 1816.

El joven científico se llevó a su casa de verano sus investigaciones. En los sótanos tenía mucho espacio para continuar sus experimentos. No salía apenas de la casa, solo durante unas horas por la tarde para estar con su esposa y su hijo, su otra gran pasión. Jugaban en el jardín, junto al lago, y a veces salían a navegar con un pequeño velero. Paralelamente, Fortune estaba ultimando un prototipo de máquina para devolver la vida. Ésta tenía principalmente tres dispositivos: un mecanismo aéreo que proporcionaba oxígeno a los pulmones; un mecanismo alimentario preparado para introducir suero en la sangre; y un último mecanismo que inyectaba su cóctel milagroso directamente al corazón. En la máquina realizó sus primeros ensayos con cerdos, aunque no tuvo éxito, pero estuvo muy cerca de tenerlo. El cóctel químico debía ajustarse, pues resultaba demasiado dañino para la carne humana, llegaba a quemarla. Tuvo que suavizar la fórmula. Tampoco era efectivo el sistema de aplicación del cóctel. Una aplicación continuada del mismo no permitía la relajación del corazón, y por tanto a éste le era imposible bombear sangre. Modificó la máquina para que el suministro químico fuera periódico, a un ritmo parecido al de el latido de un corazón. Eso debía permitir la contracción y la relajación durante unos minutos. A partir de ahí, el propio corazón debía funcionar ya solo y encender todo el cuerpo. Fortune sentía que estaba muy cerca del milagro.

El de 1816 fue un verano ventoso, de lluvias caprichosas e imprevisibles. Una tarde, la mujer de Fortune y su hijo le esperaban para salir a navegar. El pequeño Thomas estaba ansioso por hacerse a la mar con su pequeño velero, pues le había sido imposible durante toda una semana. El día se había aclarado, aunque se apreciaban todavía grandes nubarrones negros por encima de los bosques del norte. Ese día Marcus Fortune no podía atender a nada, pues realizaba ensayos decisivos con su máquina milagrosa. Oyó desde el sótano los gritos de su hijo y de su esposa para que subiera, pero no los atendió. Ellos, conocedores de su tarea, estaban acostumbrados a aquella obsesión. “Nos vamos a navegar” gritaron, a lo que Marcus Fortune respondió sin mayor atención: “De acuerdo”. La tarde fue de gran intensidad para Fortune. Por dos veces logró que el corazón de un cerdo volviera a latir. La primera vez duró dos minutos. La segunda catorce, y la mitad de ellos, lo hizo autónomamente. Tenía algunos problemas para enriquecer la sangre, motivo por el cual, el cerebro y el resto de órganos vitales no recibían las cantidades adecuadas de oxigeno y de alimento. Eso terminaba por parar otra vez el corazón. Sus cálculos estaban muy cerca de perfeccionarse. Necesitaba solo un poco más de ignición para que el global del cuerpo se pusiera en marcha, pues no bastaba con el bombeo, hacía falta luego accionar la mecánica general del cuerpo, es decir, que este activara todos sus órganos, como una orquesta que arropa a su solista. Creía haber encontrado el modo de hacerlo inyectando unas gotas del cóctel químico al propio cerebro, aunque no sabía todavía la dosis adecuada. En eso estaba cuando se dio cuenta de que no solo de su ansiedad procedían los latigazos que escuchaba en su interior. También venían de afuera. Efectivamente, se había desatado una tormenta y los rayos y los truenos descargaban de un modo ensordecedor. Fortune recordó entonces que su esposa y su hijo habían anunciado que salían a navegar.

Cuando Fortune salió desesperado al jardín, vio en el lago el velero. En él su esposa y su hijo luchaban por mantener la estabilidad del barquito, pero poco podían hacer, de poco servía su belleza ante la fuerza de los elementos. Una olas repentinamente salvajes terminaron por derrotarles y dieron un vuelco cruel al barquito, que parecía de juguete. Fortune se lanzó al agua enloquecido, buscando en la negrura helada a sus seres más amados. Primero encontró a su hijo Thomas. Apenas respiraba, pero mantenía un aliento de vida. Corrió al lago otra vez y sacó a su esposa. Los llevó a ambos a la casa. Ante sus ojos desquiciados, vio como a ambos se les escapaba la vida, vio como sus cuerpos se apagaban. Y quedaron inertes sobre sus camas, convertidos solamente en carne muerta. Marcus estuvo cerca de enloquecer, pero en un resquicio de luz, se dio cuenta que tenía un remedio a la tragedia, puede que fuera el único del mundo que lo tenía. No había tiempo que perder. Solo habían transcurrido unos minutos desde que fallecieran, y su cerebro quedaría irremediablemente dañado si no se le alimentaba inmediatamente. Situó a ambos en su mesa de operaciones, en el sótano, y les inyectó alimento directamente al cerebro. Había averiguado que era el mejor modo de conservar el cuerpo en buen estado. Eso le daba tiempo. Preparó la máquina. Insertó los catéteres en sus cuerpos, y ultimó los preparativos de las dosis de cóctel que tenía que aplicar a cada uno. No quería cometer errores. Probaría también por primera vez la inyección del cóctel directamente al cerebro. Tenía miedo, pero no había alternativa. Puso en marcha la máquina, abrió las espitas que precipitaron los líquidos a ambos cuerpos. Unos tubos entraban por sus brazos, otro entraba en sus corazones, otro penetraba por sus bocas hasta sus estómagos, y dos tubos más penetraban en sus cerebros. Se requería un gran orden y precisión en la secuencia de operaciones. Marcus no daba a abasto. Le daba a un botón y accionaba luego una palanca. Corría para corregir una válvula y rodeaba los cuerpos para cerrar una espita en los drenajes laterales. El experimento duró siete horas.

Los relámpagos despiertan a Marcus Fortune quien, agotado, se ha dormido grotescamente sobre su máquina milagrosa. Cuando despierta no sabe dónde está, ni qué ha ocurrido.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Los amigos de Frankenstein (Segunda parte)

El librero suizo se llamaba Hans. En su carta, un poco caótica, relataba que había puesto el supuesto libro de Percy Shelley en manos de expertos de la Universidad de Ginebra, con el fin de que hubiera un reconocimiento oficial del hallazgo que le permitiera darle publicidad. La cosa no fue tan fácil. En el departamento de literatura del la Universidad le informaron que hacía falta llevar a cabo una investigación muy rigurosa, lo que llevaría unos cuantos meses de trabajo, puede que años. Hans no tuvo más remedio que aceptar.

La investigación duró seis meses, menos de lo esperado. Pero esa brevedad no iba a traer buenas noticias para el viejo librero. Fue convocado a Ginebra y se le explicó que el libro no tenía valor alguno, que numerosos detalles confirmaban que no había sido de ninguna manera escrito por Percy Shelley. La base de la afirmación radicaba en que el viaje de Shelley por Suiza y Francia en 1816 estaba ampliamente documentado, y dicha información no encajaba en fechas y lugares con el itinerario que establecía el diario encontrado. Eso era una prueba casi definitiva para el equipo que había llevado la investigación, ya que cualquier otra interpretación supondría que buena parte de la información que se tenía de los sucesos de aquel verano, globalmente aceptada en el ámbito científico, quedaría en entredicho y debería ser revisada. Una opción que no se contemplaba.

El equipo de investigadores concluyó además que la letra del manuscrito no era la de Shelley. En este caso afirmaban que era "improbable" dicha autoría, aunque no podían asegurarlo por completo. Cuando Hans insistió se le dijo que, ciertamente, existía un parecido razonable entre una escritura y la otra, pero eso, dijeron, no era suficiente. Aunque no se podía afirmar que no lo era, tampoco se podía afirmar que sí. Esa situación, a nivel científico, daba poco valor al objeto, prácticamente lo anulaba como elemento probatorio.

Hans explicaba en su carta que había otros elementos tangenciales que desacreditaban la autenticidad del diario, aunque no los mencionaba. También expresaba sus dudas respecto al dictamen científico. En su opinión los argumentos del comité científico eran plenamente rebatibles. Pero decía que no tenía ya fuerzas para emprender una cruzada en pos de su reconocimiento internacional. Poco le importaba, decía. Después de toda una vida dedicado al coleccionismo de libros, por fin, al final de sus días, había hallado un ejemplar único, una pieza verdaderamente extraordinaria. Y con eso alcanzaba su plenitud. Saberse poseedor de este libro histórico le bastaba. Él no tenía dudas. Tenía la certeza de que en el futuro, algún día, alguien daría pertinente reconocimiento al diario. Me daba las gracias y se despedía calurosamente.

La carta me dejó profundamente insatisfecho. Como a Hans, poco me importaba si el diario obtenía o no reconocimiento científico. Yo tampoco tenía dudas respecto a su autoría. Mi insatisfacción procedía de otra parte. ¿Acaso Hans no se daba cuenta? Le escribí una carta acalorada e impetuosa. Verano de 1816, Mary Shelley, Percy Shelley, Lord Byron. Suiza. Días de lluvia y mal tiempo. Noches junto al fuego leyendo narraciones de fantasmas. Una apuesta. Tres historias de terror. El mundo conocía una de ellas, Frankenstein. Yo tenía ahora la extraordinaria oportunidad de conocer la segunda, o al menos un esbozo de la misma. "Hans", le escribí, "querido Hans, por el amor de Dios, no puede dejarme así, tenga piedad de mí y hágame partícipe del cuento de terror que Percy Shelley inventó aquellos días ya lejanos. No guarde solo para usted esta espantosa fábula nacida a la par que Frankenstein en aquellos fascinantes días de verano de 1816".

Tres semanas más tarde recibí otra carta de Hans. En ella no me decía nada, no me escribía ni una sola palabra. En el interior del sobre había únicamente las fotocopias de treinta páginas del diario manuscrito, el relato entero de Percy Shelley, de su puño y letra.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Permezzo i Permezza

Permezza
Retratada l'any 2003 pel pintor Gabriel Pérez Bolaño


Permezzo
Retratat l'any 2003 pel pintor Gabriel Pérez Bolaño




Los amigos de Frankenstein (Primera parte)

Mary Shelley relata en el prefacio de su inmortal novela "Frankenstein" las circunstancias a partir de las cuales inició su redacción. Estando de visita en Suiza, con su esposo el Sr. Shelley y con un reconocido amigo, Lord Byron, se vieron sorprendidos por el mal tiempo que no les permitía emprender visitas por la zona, como tenían planeado. Encerrados en la casa donde se alojaban, junto a un lago, cerca de Ginebra, pasaban el tiempo conversando y leyendo antiguos libros de terror alemanes. La situación les llevó una noche a proponerse un reto: escribir cada uno de ellos un relato terrorífico que tuviera lo sobrenatural como tema. Mary Shelley ideó una de esas noches el inicio de "Frankenstein", ella misma cuenta que a partir de un sueño.



Sus dos compañeros, sin embargo, dejaron su tarea a medias, pues mejoró el tiempo y prefirieron ocuparlo al aire libre. De los tres proyectos de novela, solo el de Mary Shelley llegó a terminarse y a publicarse.

Hace solo unos meses, durante un viaje por Suiza, me hallaba de paso en un pequeño pueblo cuyo nombre no recuerdo. Nos detuvimos porque el lugar nos pareció gracioso y agradable. Llegamos sobre las 11 de la mañana, y hacíamos tiempo antes de comer para reemprender la marcha a media tarde. Mientras mis compañeros de viaje se metían en un bar para tomar un aperitivo, yo me dejé seducir por una pequeña tienda de libros antiguos que tenía un aspecto sucio y pintoresco. No estaba muy claro si la tienda estaba o no abierta al público, pues el polvo que había en los cristales sería inaceptable para cualquier comerciante mínimamente competente. Sin embargo la puerta estaba abierta, y en su interior, además de cientos de libros y un dedo de polvo por doquier, había un hombre de avanzada edad, sentado en una sillita y ojeando un libro. Me dio la bienvenida en francés y me invitó a curiosear.



Mi dominio del francés es bastante limitado, pero alcanza para hacerme entender y para enterarme de la esencia de lo que se me dice. Llevaba media hora en la tienda cuando el anciano me llamó. Quería enseñarme un libro que tenía entre las manos. No era un libro editado, sino una libreta manuscrita, una especie de diario de aspecto antiquísimo, castigado por el tiempo. El hombre me informó de que acababa de recibir una caja llena de libracos más viejos que antiguos, más sucios que añejos, procedente de una casa del pueblo. La señora de la casa, una mujer de más de 90 años, según dijo, había muerto recientemente y sus herederos habían empaquetado sus libros y se los habían quitado de encima vendiéndolos al librero por unos pocos francos suizos. Se trataba de viejas ediciones alemanas y suizas de clásicos alemanes, franceses e ingleses. Algunas eran ediciones interesantes, pero ninguna de ellas era nada del otro mundo. En el fondo del cajón, el librero acababa de encontrar aquel pequeño diario manuscrito que ahora tenía entre manos. Pero resultaba que estaba escrito en inglés, una lengua que el viejo no conocía. La letra, además, era casi un jeroglífico de ardua lectura. Por esa razón me reclamó, con la esperanza de que pudiera darle alguna información sobre el librillo que le permitiera catalogarlo y ponerle precio, o quizás lanzarlo simplemente a la basura.



Pocas veces me ha recorrido el espinazo una sensación de excitación tan intensa como ese día, en ese momento, cuando tras unos segundos de inspeccionar aquel diario pude comprobar que aparecía una y otra vez una firma al final de cada artículo. No me costó reconocer en ella la palabra Shelley. También identifiqué diversas fechas del año 1816, así como algunas ubicaciones como Ginebra y Chamonix. Mi reacción fue tan evidente y transparente que el viejo librero se puso de inmediato en pie y recuperó de un zarpazo el libro.

Llamé por teléfono a mis compañeros de viaje para decirles que se fueran sin mí a comer. Me ofrecí al librero a hacerle de interprete y ayudante en las primeras averiguaciones, a lo cual accedió. Me temblaban las manos cuando abrí la cubierta y empecé a leer la primera página del manuscrito, pero me temblaron más cuando descubrimos que el librillo, efectivamente, estaba escrito de su puño y letra por Percy Bysshe Shelley, el poeta romántico inglés esposo de Mary Shelley, durante los meses de verano de 1816. Lo que tenía en las manos era el diario de aquel verano, del verano en que Mary Shelley dio vida a Frankenstein. El valor de aquel librillo, de confirmarse nuestras suposiciones, era incalculable. Pero eso no era todo.

Me pareció que le daba un infarto al viejecillo, y que también me daba a mí, cuando descubrimos que en aquel librillo Percy Bysshe Shelley había escrito a lo largo de los últimos días de mayo y los primeros de junio, el esbozo de un argumento para un relato de terror. El viejo y yo nos dimos cuenta de que teníamos en las manos la segunda de las historias que surgieron de aquel reto nocturno entre tres amigos atrapados por la lluvia. Percy Shelley no había llegado a desarrollar su argumento, pero parecía que acabábamos de descubrir que había hecho parte de sus deberes.

Yo me mostré dispuesto a leer y traducir el relato, que ocupaba unas 30 páginas del cuaderno. No importaba el tiempo que llevara. Sin embargo, el viejo librero, que había palidecido y que mostraba síntomas de estar al borde de un colapso, rescato el diario, lo guardó en su escritorio, regresó hasta mí y tras darme las gracias, me rogó que me marchara. Mis protestas no sirvieron de nada. Lo más que conseguí fue arrancarle la promesa de que me escribiría una carta (el hombre no sabía lo que era un ordenador), explicándome sus posteriores investigaciones y la esencia de aquel esbozo de relato de terror.

No olvidé esta peripecia, y aunque pasaban los meses, cada mañana seguía buscando en el buzón alguna carta llegada desde Suiza. Nunca hablé de ello con nadie.

Hace aproximadamente tres meses, casi un año después de aquel episodio, la carta llegó.

martes, 22 de febrero de 2011

El demonio bajo la piel

Estados Unidos (2010)
Dirigida por Michael Winterbottom
Escrita por Michael Winterbotton y Robert D. Weinbach, a partir de la novela de Jim Thomson
Interpretada por Casey Affleck, jessica Alba, Kate Hudson, Bill Pullman, Ned Beatty, Elias Kosteas, Simon Baker.


La piel dura


Después de ver "9 songs" (horrible), quien me iba a decir que iba a gustarme una película de Winterbottom. De hecho me había prometido (sin mucho énfasis) no ver ninguna otra. Si me encontré frente a "El demonio bajo la piel" fue por una serie de circunstancias con las que no voy a aburrir a nadie.
Es necesario meterse "bajo la piel" de una película para que ésta tenga alguna oportunidad de agradarnos. Algunas películas son muy accesibles, son de amplio espectro. Esta película, en cambio, tiene la piel más dura, y si no se accede a ella, su lenguaje parece swahili. El kid de la cuestión, el resorte mágico, se encuentra en este caso en el enfoque, en el punto de vista que se nos propone. Winterbottom no quiere hacer una película de cine negro actualizado, no quiere hacer una película de acción, ni siquiera de suspense. Su propósito es hacer un retrato de la psicología de un asesino. Vista la película desde ese prisma resulta un trabajo realmente interesante.

El esfuerzo en este sentido salta a la vista cuando se observa, poco a poco, la imprecisión con la que se nos cuentan los acontecimientos que rodean al protagonista. Con ello queda patente que lo importante no es el argumento propiamente dicho, da igual el cómo, el cuándo y el dónde. Lo fundamental está dentro de la esfera en la que habita este personaje cuyas motivaciones no son tangibles, sino que surgen más bien de su desequilibrio.

Toda la película está concebida a partir de ese enfoque. Cualquier otra interpretación la convierte en un galimatías. Las elipsis, a veces inexplicables, las incoherencias en el hilo de la investigación, solo tienen sentido si asumimos que la única información que tenemos es aquella que procesa nuestro protagonista o aquella que considera relevante y que le motiva para actuar, así que es una información elíptica, entrecortada e imprecisa. Partiendo de ahí, y recordando que la mente en la que se nos convida a meternos es la de un loco, la coherencia interna de la película es impecable.

Hay momentos de gran brillantez en esta película. De verdadera altura cinematográfica. En primer lugar, Winterbottom es capaz de hacernos creer que, aun en su afán asesino, el personaje opera con coherencia, y consigue de un modo inquietante que se produzca un cierto grado de empatía entre el espectador y este demonio. Observamos que es un criminal, pero no nos damos cuenta de que en realidad estamos en la mente de un verdadero desequilibrado, de alguien que hace su propia interpretación de la realidad. En este sentido la organización de la película es extremadamente precisa y hábil. Cuando nos vamos dando cuenta, ya es tarde, ya llevamos adherido al personaje a la piel. Es una sensación inquietante de la cuál el que suscribe no consiguió desprenderse hasta unas cuantas horas después de salir del cine.

El psicópata que aquí se nos retrata es incapaz de sentir remordimiento, es incapaz de sentir culpa, pero eso no es incompatible con que tenga momentos de ternura, con que tenga minúsculos destellos de amor. Su impulso asesino, la extrema frialdad de su mente, le conducen a cometer sus actos a pesar de que intelectualmente comprenda que son horrendos. Pero solo es capaz de sentir de un modo racional, es decir, de un modo aprendido, y por tanto sus "sentimientos" racionales resultan inocuos. Hay un gran esfuerzo para mostrar esas paradojas, y en algunos casos está logrado con brillantez. Véase, por ejemplo toda la trama relacionada con su novia, y en la que no me voy a extender para no desvelar información.

Casey Affleck, un actor que no me gusta en absoluto, borda su papel. Está simplemente perfecto. Lo digo porque tiene que ser muy jodido interpretar semejante personaje, en semejante película. También Kate Hudson está muy bien, todos los actores sin excepción se sujetan férreamente a sus papeles, a la parcialidad que tienen en esta película hecha de trozos, que a la fuerza les obliga a ser extremadamente precisos.

La atmósfera entre gélida y cálida que construye Winterbottom, con una fotografía entre quemada y azulada, los breves e indefinidos flashbacks, la parcialidad que tiene la imagen, cuyo fuera de campo es enorme, la voz en off, la sordidez de las escenas de violencia, así como el constante movimiento que hay en la película, forma parte de un meditado trabajo de dirección que por una vez obliga al que suscribe a quitarse el sombrero ante este director de irregular filmografía, e incluso a proponerse revisar algunas de sus películas. 

Los que vayan a ver "El demonio bajo la piel" deben prepararse para entrar en la mente de un asesino. No encontrarán nada más. No hay enigmas que desvelar ni una trama llena de suspense y sorpresas. Pero no se desesperen por ello, ya hay muchas otras películas de misterio, y los que consigan meterse bajo su piel, vivirán una experiencia realmente intensa. 

viernes, 18 de febrero de 2011

Krasnogorsk 3 (Segunda y última parte)

La Krasnogorsk 3 tiene algunas leyendas asociadas bastante curiosas, como esa de que Krzysztof Kieslowski se inició con esta cámara, o esa otra de que Spike Lee filmó algunos planos de "Get on the bus" con una K-3. Estas tienen mucho de veraces. No es tan creíble, sin embargo, la historia que una vez me contaron y que es de largo mi favorita.

Se dice que a finales de los setenta, en la fábrica KMZ de Krasnogorsk, donde se producía la cámara, trabajaba una muchacha de unos 22 años muy espabilada y con muchos recursos. La chica, cuyo nombre desconozco y desconocía también el coleccionista ruso que me contó este cuento, tenía un amante del que estaba prendada sin remedio. El chico (cuyo nombre también se desconoce) era más joven que ella, de unos 16 años, y soñaba con ser cineasta. Así que nuestra heroína decidió regalarle una cámara Krasnogorsk 3 para que empezara a hacer realidad su sueño, y de paso, para complacerle y ganarse su amor eterno.

La muchacha no era una trabajadora cualificada, trabajaba en una zona de embalaje y de logística dentro de la planta. E ideó un plan para robar una de las cientos de K-3 que cada día pasaban por sus manos. Los soviéticos eran muy estrictos con los números, así que no lo tuvo fácil. Pero su puesto de trabajo le facilitaba las cosas. El problema no estaba en coger la cámara y llevársela, sino en hacerla desaparecer de los registros. Las cámaras le llegaban a ella ya con el número de serie grabado, con lo que éste era ya inalterable. Cada número de serie debía tener un destino marcado. Otra cosa despertaría inmediatamente una investigación. Ella era la encargada de apuntar los números de serie en los registros. Pero, ¿como aprovechar esa ventaja? No podía hacer desaparecer un número sin más, pues en los muelles de carga se empaquetaban y cargaban un numero fijo de cámaras, 50 en concreto. Esas cargas se hacían, registralmente, a partir de números consecutivos. La desaparición de una cámara supondría que en una carga habría 49 cámaras, y no 50. Añadir otra, alteraría todo el criterio numérico de carga y sería fácilmente descubierto. El único modo de hacerlo era marcar una determinada cámara con su número de serie como un "paquete especial". Eso permitía desviarla de la cadena de embalaje y resetear los números de referencia para la carga. En cuanto alguien hiciera preguntas, solo había que mostrar los registros dónde se especificaba que esa cámara era un "paquete especial". Eso hizo nuestra heroína.

La mayor parte de las veces no se hacían más preguntas, pero en esta ocasión, su supervisor quiso saber por qué en concreto la cámara con número de serie 78010662 estaba señalada como "paquete especial". La chica tuvo que improvisar. Explicó que, por lo que había oído, se trataba de un obsequio para uno de los principales miembros locales del partido comunista. La explicación dejó satisfecho al supervisor, un hombre muy puntilloso, que tomó buena nota de ello.

La chica había escogido esa cámara y no otra por una razón concreta. El número de serie, aquello a lo que la mayoría de mortales no haría el menor caso, pero en lo que ella andaba metida todo el santo día, no era otro que la fecha de cumpleaños de su amante: el primero de junio de 1962. Los dos primeros dígitos, 78, daban cuenta del año de producción. Le pareció un detalle del destino que una partida con esa numeración llegara a sus libros en ese preciso momento. Así que aquella fue la cámara escogida.

Todo fue muy bien. Le llevó la Krasnogorsk 3 numero 78010662 a su joven muchacho, que la recibió extasiado, feliz como jamás lo había visto. Pensó que su plan había funcionado a la perfección, y que aquel chico del que estaba perdidamente enamorada, sería suyo para siempre. Pero ocurrió algo que ella no había previsto. Al poco de tener la cámara, una sombra apareció: el amor por el cine que aquel joven sentía, empezó a desplazarla. La pobre chica tenía que seguirle a todas partes para que rodara esto y aquello, vio como algunas ansiadas citas se cancelaban porque su amante tenía planeado filmar determinado evento. Pasaba horas aburrida en su apartamento mientras el chico revelaba y editaba los metros y metros de película que empezaban a inundar el piso. Los enormes riesgos que había corrido no daban los frutos esperados. Su amor tenía una competidora inesperada, la Krasnogorsk 3.

A las pocas semanas del hurto, una delegación política municipal hizo una visita a la planta de KMZ. Entre los miembros del grupo se encontraba el mandamás del partido a quien, según ella, se le había mandado como un "paquete especial" la cámara que en realidad había sido sustraída. No tenía por qué pasar nada, pero pasó. Cuando la delegación llegó a la zona de embalaje y logística, se les explicó a los políticos la precisión con que se llevaba registro de todas las unidades producidas. El supervisor quiso demostrar su afirmación y desafió a la delegación a escoger un número al azar. Con esa referencia se podría obtener el destino exacto de la cámara en cuestión. Quiso el azar que fuera aquel político quien diera una cifra, quiso el azar que el hijo del mismo tuviera 16 años y hubiera nacido el mismo día que el amante de nuestra heroína, y quiso el azar que, de todas las cifras que el político pudo haber dicho, mencionara en concreto los números de esa fecha, el primero de junio de 1962. Y lo que ocurrió es ya previsible: el supervisor observó que aquella cámara era un "paquete especial" y que había sido un regalo para un miembro local del partido comunista. Todos sonrieron con sorna y quisieron saber de qué político se trataba. El supervisor, un poco apurado, se hinchó de satisfacción cuando comprobó que, efectivamente, aparecía registrado un nombre. Cuando lo dijo, saltaron las risas en las caras de todos los miembros de la delegación, excepto en la de uno.

El pastel se descubrió allí mismo. Nuestra protagonista, que ya había entrado en un estado de amargura por causa de su amante, nacido el primero de junio de 1962, y del amor de éste por el cine, fue rápidamente identificada y acorralada. Ese mismo día se obsequió (por las molestias, según se dijo) al político en cuestión con una cámara Krasnogorsk 3 y se suspendió la actividad de nuestra heroína en la fábrica. Una semana después fue enviada hacia el este con destino desconocido.

El vendedor ruso que me contó esta historia no conocía el final de ninguno de sus personajes, aunque algunas fuentes apuntan que aquel muchacho al que su enamorada obsequió con una K-3, llegó a ser un importante cineasta, hoy internacionalmente reconocido, cuyo nombre no se puede confesar. De la chica, nadie sabe nada. El político era ni más ni menos que... bueno, tampoco se puede confesar, y no aporta nada nuevo a esta historia.

La leyenda, si puede llamarse así a una historia que solo tiene 33 años de antigüedad y cuyos protagonistas siguen, se supone, con vida, tiene un epílogo todavía más reciente que, de hecho, todavía no se ha cerrado. En el año 1995, en Polonia, apareció en un anticuario de Cracovia una cámara Krasnogorsk 3 con el número de serie 78010662. Se dice que la compró un coleccionista alemán, y desapereció sin dejar rastro. Hasta 2003. Ese año, no se sabe cómo, ni dónde, ni por quién, la 78010662 volvió a ponerse en circulación por internet y fue adquirida por alguien desconocido. Otra vez se le perdió la pista, y no se supo nada más hasta hace un año, cuando la 78010662 fue referenciada en un inventario rutinario de la policía italiana entre las pertenencias de un hombre asesinado por su esposa en la ciudad de Génova. Fue subastada judicialmente y adquirida por una mujer de nombre desconocida. Sólo se sabe de ella que era rusa, muy bella, elegante y altiva, y que tendría unos 55 años.

jueves, 17 de febrero de 2011

Krasnogorsk 3 (Primera parte)

Krasnogorsk es una ciudad-suburbio de la enorme conurbación metropolitana de Moscú. Es una ciudad surgida de la nada en los años treinta del siglo XX, creada de acuerdo con los cánones soviéticos como una ciudad residencial e industrial. Tiene en la actualidad más de 100.000 habitantes, y no presenta interés turístico alguno, sería una más de las muchas que pueblan el oblast (una especie de departamento federal) de Moscú, si no fuera porque la ciudad dio nombre a un producto salido de una de sus fábricas durante las décadas de los 70, 80 y 90, un producto que terminó por hacerla célebre. La empresa Krasnogorski Zavod (KMZ) producía cámaras fotográficas y cinematográficas. Son bastante conocidas, por ejemplo, las cámaras de fotos Zenit. Y se fabricó también una linea de cámaras de 16 mm, las Krasnogorsk.



Las cámaras de la serie Krasnogorsk empezaron a fabricarse alrededor de 1971 y pronto se convirtieron en muy populares en todos los países del bloque comunista. La Krasnogorsk era una cámara muy fuerte y resistente, ideal para condiciones extremas (muy resistente al frío), y absolutamente autónoma, pues funcionaba a cuerda. No precisaba ningún tipo de baterías, excepto para el fotómetro interno que llevaba incorporado. A diferencia de la mayoría de las cámaras cinematográficas de 16 mm de la época, la Krasnogorsk se concibió como una cámara ligera y funcional, con un diseño técnico y estético práctico y sencillo, características en las cuales radica precisamente su belleza. Y ello se hizo sin renunciar a las prestaciones técnicas más interesantes y manteniendo altos los estándares de calidad, pues el modelo Krasnogorsk 3 (de largo el más popular) salía de fabrica con una óptica más que decente, la Meteor 5-1. Este objetivo llevaba un zoom de entre 17 y 69 mm, con una apertura máxima de diafragma de 1,9. Unos números muy respetables. Sin mayores alardes, la cámara incorporaba un selector de velocidades de filmación que abarcaba desde los 8 f.p.s hasta los 48 f.p.s, y permitía la filmación foto a foto, con lo que era una cámara muy interesante para realizar animación.



A todo ello se unía otra ventaja: se concibió como una cámara barata, plenamente asequible para su uso amateur. Con lo cual, por una cifra relativamente baja, cualquier aficionado al cine, cualquier persona ansiosa por captar imágenes, tenía la posibilidad de acceder a los 16 mm, uno de los formatos más interesantes del mundo del cine y con características ya profesionales, y hacerlo con unos criterios de calidad aceptables. La Krasnogorsk era una verdadera oportunidad para los cineastas amateurs del bloque soviético. Esa combinación de ventajas, unida a su falta de pretensiones y a su bonito y eficaz diseño, hicieron de la cámara un objeto muy apreciado.



La Krasnogorsk 3 era una cámara desconocida en occidente. No existía en el mundo capitalista una cámara barata para uso amateur. Las Bolex, las Arriflex, las Beaulieu, eran sofisticadas y caras, por no hablar de las Eclair o las Aaton. Puede que la Krasnogorsk hubiera tenido una vida comercial interesante una vez cayó el telón de acero y se abrieron los mercados hacia un lado y hacia el otro. Pero la irrupción del vídeo, robó literalmete el segmento de potenciales compradores de la K-3. El amateurismo se pasó al vídeo.

En los primeros años de la década del los 90, la Krasnogorsk 3 se dejó de fabricar. Se habían producido a lo largo de 20 años varios cientos de miles de unidades de la versión 1, la 2 y sobre todo la 3. Se llegó a diseñar y a construir una última versión, la K-3M, de la cual solo aparecieron unas pocas unidades.

La K-3 desapareció. ¿O no?



En los últimos años, cosas del destino, la K-3 ha vuelto a sacar la cabeza en un mercado que es hoy global, que abarca desde Moscú, a Seattle, desde Londres a Vladivostok. No todo el mundo se conforma con una cámara de vídeo, los hay que siguen soñando con hacer películas amateurs en celuloide, hacerlas en ese maravilloso formato llamado 16 mm. Ellos son los que han redescubierto esta cámara, esa gran minoría repartida por todo el mundo es la que la ha sacado del olvido absoluto, la que la ha convertido, definitivamente, en una cámara de culto.



Hoy puede comprarse fácilmente, de segunda mano, una de las cientos de miles de Krasnogorsk 3 caídas en desuso. Solo hace falta un ordenador conectado a la red. Se venden, con todos sus complementos (bolsa original, filtros, correas, etc) en Rusia, Ukrania, Bielorrusia... por menos de 200 euros.