lunes, 27 de agosto de 2012

La batalla de Lleida (1938). AMPLIACIÓN

(También conocida como batalla de Lérida (1938))

AMPLIACIÓN DEL ARTÍCULO "LA BATALLA DE LLEIDA (1938)", publicado en este blog:
http://permezzo.blogspot.com.es/2011/04/la-batalla-de-lleida.html


Como ampliación a la información ya relatada sobre la batalla de Lleida, expongo aquí un resumen de los capítulos dedicados a esta batalla en el libro "Por vuestra libertad y la nuestra" (Editorial DISENSO), del Mayor Pedro Mateo Merino que en ese momento era el jefe de la 101 Brigada Mixta, integrada en la 46 división que, mandada por Valentín Gonzalez, "El Campesino", fue la encargada de la defensa de la ciudad. Si el relato de Lluís Mezquida, que era la base del primer artículo publicado aquí, daba una visión global de los hechos, con mayor distancia, las memorias del Mayor Mateo Merino, por haber vivido los hechos en primera persona, pueden resultar de un abasto parcial, pero por otro lado, contienen una veracidad y una proximidad que las hace muy valiosas. Su narración nos sitúa verdaderamente sobre el terreno.

Debo antes hacer algunas precisiones. Mientras la versión de Mezquida otorga una importancia capital en esta acción bélica a la 60 brigada mixta, integrada en la 46 división junto con la 10 y la 101, las memorias de Mateo Merino ni siquiera mencionan dicha unidad, y en cambio ponen un énfasis especial en 101, que es la brigada que él mandaba y de la que, lógicamente, puede dar cuenta con precisión, situando sus batallones, e incluso sus compañías, en el escenario de los hechos. La 10ª brigada se menciona muy someramente, y no aparece, como hemos dicho, la 60. Este hecho contradictorio, puede obedecer a que Mateo Merino habla en sus memorias de aquello que conoce, su propia brigada, y obvia información que desconoce, como la actuación y movimientos de la 10ª y la 60 brigadas. Aun así, resulta extraño que, habiendo asumido el mando de la defensa de la ciudad en la vanguardia, la noche del día 1 de abril (como se explicará más adelante), no tenga conocimiento de las unidades a su cargo. La completa omisión de la participación de la 60 brigada mixta por parte de Mateo Merino, en contradicción con su protagonismo en la versión de Mezquida, obliga a pensar que ya sea Mezquida o Mateo Merino, uno de los dos comete un error al reproducir los hechos. Dado que en el volumen "Historia de las Brigadas Mixtas del Ejercito Popular de la República" de Carlos Engel (1999) se sitúa a la 60 Brigada Mixta en la defensa de Lleida, hay que suponer que es Mezquida quien en este punto es más preciso. El mismo libro sitúa también las brigadas 37, 10 y 101 en la defensa de Lleida, por lo que parece que puede confirmarse que esas tres, junto con la 60, fueron las unidades que llevaron el peso de la defensa de la ciudad.
Por otro lado, Lluís Mezquida apenas menciona la intervención de la XIII Brigada Internacional. Entendemos en este caso que se trata de una omisión de Mezquida, quien maneja una gran cantidad de datos, y no un error de Mateo Merino, cuyas afirmaciones, relatadas en primera persona, dificilmente pueden tomarse como errores, a diferencia de sus omisiones. En resumen, no creo que pueda ponerse en duda lo que afirma Mateo Merino, pero sí puede pensarse que omitió datos. En este sentido, y al hilo de este criterio autoimpuesto en la redacción de ambos artículos, ambos relatos se complementan y son compatibles, con excepción de aquellos matices que el lector atento ya detectará por sí mismo. El que suscribe, simple transmisor de la información, se inclina por la versión de Mateo Merino en aquellas pequeñas contradicciones que aparecen en la comparativa de ambas versiones, pues éste es testigo directo de los acontecimientos. Véase el caso curioso de la destrucción del puente de Lleida.

Sea como fuere, ahí va otro punto de vista sobre la toma de Lleida entre el 31 de marzo y el 3 de abril de 1938, que aporta interesantes datos de estrategia militar, apuntes de humanidad y de realismo, y algunas valoraciones subjetivas de gran interés para comprender un momento fundamental de la Guerra Civil española.

Como preámbulo, Mateo Merino explica que el desplome del frente en Aragón cogió por sorpresa a los altos mandos republicanos, que no pensaron que tendrían que planificar la defensa de la ciudad de Lleida con tanta celeridad e improvisación. En los días anteriores a la batalla, el mayor Mateo Merino lanzó varias patrullas de reconocimiento para determinar la posición de las vanguardias rebeldes, así como los restos que quedaban de los ejercitos republicanos en retirada. Explica también que con dichos restos, entre los que se encontraba la XIII Brigada Internacional, se consiguió establecer una linea de defensa a lo largo del lado oeste del río Segre (al cual aún no habían llegado los fascistas en ningún punto), compuesta por unos 180.000 hombres, repartidos de norte a sur a lo largo de toda la provincia, siendo los puntos principales de concentración de tropa Serós, Lleida y Balaguer. Inicialmente existía la intención de montar la defensa en el río Cinca, a unos 20 quilómetros de Lleida, pero el rápido avance enemigo lo imposibilitó, aunque en Fraga se detuvo a los rebeldes durante una jornada, tiempo muy valioso para organizar el que iba a ser el futuro campo de batalla. Las informaciones en retaguardia a finales de marzo eran tan confusas que en algunos momentos se temió que Lleida ya estaba en manos del enemigo. Sin embargo, los masivos ataques de artillería, con el apoyo de 200 aviones, permitieron a los rebeldes tomar Fraga y Serós, destrozando a la ya maltrecha 16 División republicana. La brigada 101, mandada por Mateo Merino, entró en acción tapando con eficacia la línea Alcarrás-Butsenit, al suroeste del río, a unos 12 quilómetros de Lleida, y enfrentándose a las vanguardias del Cuerpo de Ejercito Marroquí de Yagüe. Gracias a esta acción, y a pesar de lo limitado de los efectivos con que contaba la 101 brigada mixta, se contuvo a los nacionales, que tuvieron que replegarse para organizarse, ganándose otra vez, un tiempo precioso.

En este momento, el ejercito republicano del Este, como se ha dicho, cuenta con 180.000 efectivos bajo el mando del Teniente Coronel Perea. Las ordenes son defender a toda costa la linea del río Segre para detener el avance nacional. Pero la información que recibían los mandos, y la desbandada de las tropas, no permitió una rápida y efectiva ubicación de las unidades en los que parecían los tres puntos principales para la defensa del sur de la provincia de Lleida y para detener así la conquista de Catalunya: Serós, Lleida y Balaguer, con lo que muchos efectivos tardaron en movilizarse y en cruzar al oeste del río, quedándose en el margen izquierdo durante más jornadas de las necesarias por pura descoordinación, es el caso de la 37 Brigada Mixta y la 10ª. Con este panorama, se inicia la batalla por la ciudad de Lleida.

Los primeros intentos rebeldes por tomar la ciudad fueron infructuosos, y causaron muchas bajas entre sus filas. Intentaron rodear la defensa frontal para adentrarse por los flancos sin éxito. Otra cosa ocurre en Serós, donde consiguen adueñarse del puente sobre el río y establecer una cabeza de puente. El caso de Serós, según las memorias de Mateo Merino, hubiera sido fácilmente evitable con una buena planificación defensiva. Otro tanto ocurrió en Balaguer días más tarde. Las consecuencias de la caida de ambas plazas serían más adelante trágicas. Mateo Merino se lamenta también de que no se estableciera en el río Cinca, en Monzón y Fraga, una defensa como la que se organizó en el Segre, pues se hubiera mantenido al enemigo alejado de una plaza tan trascendental como Lleida.

Aún así, los primero intentos rebeldes de tomar Lleida fueron desastrosos para ellos. Las defensas sí estaban bien organizadas en este punto, con fuerzas en los flancos, y los mandos nacionales comprendieron que la toma de la ciudad requería una operación de embergadura, para la cual se prepararon.

Valentín Gonzalez, jefe al cargo de la defensa, estableció su puesto de mando en el centro de la ciudad, en el edificio del Banco de España, en el margen derecho (oeste) del río. Mateo Merino cuenta que el avituallamiento de la tropa era en la ciudad ágil y abundante, y cuenta también que había quedado vacía de habitantes tras los salvajes bombardeos del día 20 y 21 de marzo.

Los últimos días de marzo, el enemigo intentó quebrar el flanco izquierdo diversas veces, sin éxito. Su intención era arribar por el camino más corto a los puentes de la ciudad. En estos ataques, tuvo relevancia la defensa de la 101 brigada, que a pesar de estar en inferioridad de hombres, y pese a la fortaleza y superioridad en armamento del enemigo, contuvo los primeros ataques. Se combatía con dureza, mientras en el margen izquierdo del río (este), en la inmediata retaguardia, las brigadas 37 y 10, esperaban la orden de sumarse a la primera línea. Al parecer existían grandes dudas entre los mandos republicanos, que a la postre fueron fatales. Según Mateo Merino, un manejo más eficaz de las tropas hubiera evitado la caída de la ciudad, pues la batalla por Lleida debía librarse, dice, en el margen derecho, y no parapetando a las fuerzas al otro lado del río. Debe apuntarse aquí que la mayor parte de la ciudad, y su centro, se hallan en el margen derecho, y solo algunos barrios se encuentran en el izquierdo, de modo que perder la parte derecha de la ciudad (la parte oeste) significaba en la práctica, perder la plaza. Tras la incertidumbre inicial, pareció que los mandos se decantaban por proteger la ciudad desde el margen derecho, y luchar con el río a la espalda, con lo que finalmente se dio orden a la 37 brigada mixta para que cruzara el río y entrara en la batalla.

La brigada 101, que comandaba Mateo Merino, y la 37, que acudió en su apoyo, se encargaron de la defensa de la zona de la carretera entre Lleida y Fraga, con lo que el relato del Mayor se centra en dicho sector, en el flanco izquierdo-centro de la defensa. Los ataques eran en los primeros días diurnos, y se aprovechaban las noches para cavar trincheras y mejorar las defensas. El 1 de abril, se desato una ofensiva general a ambos lados de la carretera, en dos direcciones principales, la colina de Gardeny, al sur, y en el centro de las defensas, en dirección a la estación de ferrocarriles. El ataque fue tan duro, que efectivos de la 37 brigada, tuvieron que retroceder en algunos puntos, permitiendo un avance mínimo de los rebeldes. El ataque se repitió por tres veces a lo largo de la jornada, combinándolo los nacionales con intenso fuego de artillería. Al anochecer, los rebeldes lograron posicionarse ventajosamente en Gardeny, lo que dejó al descubierto a la 101 brigada. Esto obligó a Mateo Merino a lanzar un contraataque con el cuarto batallón de la Brigada que logró rehacer la linea defensiva. Aunque no se había desplomado la línea, esta quedó en una situación vulnerable, lo cual era altamente peligroso, pues en ese momento, era la última línea natural de defensa antes del casco urbano, en el cual, en vista de los hechos, se estaban preparando ya nuevas defensas.

Por el flanco derecho, defendido por la XIII Brigada Internacional, se produjeron algunas brechas que permitieron al enemigo penetrar en el perímetro, y se generó un alto riesgo de enbolsamiento. Mateo Merino, cuenta que ya no había suficientes reservas para taponar las brechas. La situación se tornó muy confusa en la línea del frente, y el riesgo de infiltración del enemigo era altísimo. Mateo Merino cuenta que ordenó la formación de patrullas de vigilancia para evitar dichas infiltraciones. La ayuda artillera con que contaba la defensa era efectiva en la zona sur del frente, no así en la zona centro y norte. Se apostaron puestos de vigilancia en la Seu Vella para informar de los movimientos enemigos.

La noche del 1 de abril, el mando de la división (se entiende que se refiere a Valentín Gonzalez y sus ayudantes), trasladan el puesto de mando al margen izquierdo (este) del río, al barrio de la Bordeta, y Mateo Merino, según afirma, queda al mando de la defensa de la ciudad en primera línea. Durante la noche se avituallan las tropas, agotadas, y una parte de la 37 brigada, cruza también el río a la inmediata retaguardia. Según dice Mateo Merino, tienen ante sí días difíciles. El tiempo además se torna borrascoso, con fuertes vientos y lluvias intermitentes, que aumentan las penurias de los combatientes. Las fuerzas con las que cuenta el Mayor son escasas. Entre ellas, tiene unos tres tanques. La noche se aprovecha también para dividir la ciudad en sectores, montar barricadas en los accesos y en las principales vías, y comenzar a organizar en definitiva una eventual batalla en el interior del casco urbano.

Por la mañana, el día 2 de abril, amanece con un sol primaveral, y en seguida, cae una lluvia de bombas de artillería, a la vez que escuadrillas de la legión Cóndor lanzan sus bombas sobre la ciudad. Es importante el apunte que hace en este punto el mayor, que afirma que fueron los aviones nacionales (alemanes) los que destruyeron el puente de piedra de la ciudad, a pesar de que las crónicas posteriores cuentan unánimemente que fueron los republicanos en retirada los que lo destruyeron. La destrucción del puente estaba prevista por los propios republicanos como último recurso en caso de retirada, pero en ese momento, con la batalla en su punto álgido, los defensores se quedaron con una única vía de suministro y escape, el puente del ferrocarril, por el cual no podían transitar vehículos. Esto impedía no solo la eventual evacuación de tropas y tanques, sino también un avituallamiento efectivo, con lo que el Mayor encarga a sus zapadores la preparación inmediata, contrareloj, del puente para el tránsito de vehículos, gastando en ello hombres y esfuerzos.

El primer ataque de ese día se desató en el saliente defendido por la 101 (probablemente se trata de la colina de Les Collades), recuperado el día anterior, especialmente vulnerable. Aun así, se contuvo la oleada, causando grandes bajas al enemigo. Sin embargo, un segundo ataque masivo, a las 12 del día 2, en el que se combinó artillería y soporte aéreo, diezmó a los combatientes republicanos, que tuvieron que replegarse ante la fuerza del ataque combinado. Suponía el repliegue abandonar la colina principal, y de hecho la defensa central del flanco izquierdo. Con lo cual, y poniendo a los tanques al frente, el Mayor dio orden de recuperar el terreno perdido. Relata aquí Mateo Merino, el despiadado ametrallamiento aéreo contra las fuerzas republicanas. Ante tal fuerza de fuego enemiga, las tropas se repliegan, a ratos en desorden. Mateo Merino ordena aprovechar las numerosas acequias que envuelven la ciudad, cubierta de un manto de árboles frutales y huertos, para organizar nuevas defensas, con la ayuda de los tanques, lo cual se hace harto difícil ante la fuerza artillera y aérea enemiga. El mayor se queja de la poca aportación de la artillería y la fuerza aérea republicanas, cuyo papel califica de casi nulo. Aún así, y gracias a la heroicidad de los defensores, y en especial del tercer batallón que resiste casi todo el día, el avance nacional es en realidad escaso, y se ve detenido por los tanques republicanos y la sección de infantería.

Mientras en el flanco derecho (se supone que alrededor de la carretera de Huesca), los combates se han recrudecido hasta llegar al cuerpo a cuerpo. Luchaba allí el segundo batallón de la 101, y su jefe, el comandante Pasqual, es herido de extrema gravedad. La situación de este batallón, que lucha defendiendo cada palmo de terreno, es muy delicada, pues sus flancos están al descubierto desde el momento que la XIII brigada Internacional empieza a retirarse hacia el noreste, aunque sin dejar nunca de combatir. En un dramático párrafo, Mateo Merino relata en primera persona su visita a dicho flanco, el regreso penoso de numerosos heridos, que retroceden tras haber caído Alpicat (un pueblo a escasos cinco quilómetros de Lleida). El mayor explica que contribuye, con su propio vehículo, a evacuar al puesto sanitario a numerosos heridos. Relata también que aquí cae muerto el brigadista polaco Josef Schoenbach.

En ese momento, explica el mayor, la defensa de la ciudad está ya seriamente amenazada. Ciertamente, explica, los republicanos mantienen las líneas, pero estas se aguantan con solo una línea de soldados, sin reservas de refresco para sustentarlas, luchando por cada palmo de terreno, apoyándose en las acequias para ceder y contraatacar si las circunstancias lo permiten. La batalla es encarnizada en todo el perímetro de la ciudad. Mateo Merino, consciente de lo débil de sus defensas, plantea seriamente una defensa ya en el casco urbano, reagrupando a las tropas, puesto que la alternativa supone resistir con alto riesgo se ser desbordados en todos los puntos del frente, con graves consecuencias.

Se produce esa noche un punto de inflexión. Mateo Merino decide retirar las fuerzas al casco urbano, y lo hace estampando su firma en las ordenes. Se entiende con ello que asume plena responsabilidad por tal decisión. Prioriza la defensa del casco urbano por sectores, distribuyendo los batallones por la ciudad, así como acelerar la habilitación del puente del ferrocarril para el tránsito de automóviles. La actividad es frenética en el bando republicano esa noche. Las tropas, agotadas, apenas pueden descansar.

Mateo Merino cuenta que esa mañana, 3 de abril, salió un sol tibio. Inmediatamente los combates se reanudaron con crudeza. La 37 brigada perdió la estación de ferrocarriles, pero a pesar de ello, hasta bien entrada la tarde, los republicanos consiguen mantener las posiciones en la mayor parte del perímetro. El enemigo, sin embargo, destina una ingente cantidad de fuerzas a prosperar por el norte de la ciudad, la parte peor guarnecida. Mateo Merino manda allí las últimas fuerzas que le quedan en reserva, una compañía, consiguiendo detener aparentemente el avance. Aún así, se hace evidente la infiltración de tropas enemigas, agujeros que los defensores ya difícilmente consiguen parchear. Entre estas infiltraciones, el enemigo consigue llegar a la Seu Vella, y a punto está de copar las tropas defensoras que allí permanecen, y que consiguen huir luchando ferozmente.

Durante unas horas, la defensa se convierte en una serie de tiroteos constantes por las principales calles de la ciudad, en sus puntos neurálgicos. Pero la caída de Lleida se adivina ya inminente. Las mejoras en el puente del ferrocarril permitirán una evacuación rápida de los efectivos republicanos, que retroceden abrumados por la fuerza del enemigo, superior en efectivos humanos, aéreos y artilleros.

Las fuerzas republicanas no tienen otro remedio que parapetarse al otro lado del río, con el firme empeño de evitar que lo cruce el enemigo. Un empeño en este caso con muchas posibilidades de éxito, como así fue, pues el esfuerzo militar que suponía para el enemigo cruzar una barrera natural de 30 o 40 metros de ancho, de una profundidad de entre 2 y 5 metros y una fuerza de arrastre considerable como era el río Segre, lo convertía en una arma defensiva insuperable en ese momento.

El esfuerzo llevado a cabo por la 46 división republicana en Lleida, en el lado oeste del río Segre tuvo su recompensa. Desgastó de tal modo al enemigo que hizo inviable un avance nacional más allá de la frontera natural del río y detuvo durante 9 meses el avance nacional. Evitó la formación de una cabeza de puente en la ciudad de Lleida, que sí habían conseguido los rebeldes en Balaguer, Serós, y Tremp, haciéndose en este último caso con el control del cauce de los ríos leridanos y una buena parte de la fuerza hidroeléctrica que abastecía a Catalunya. En los días posteriores, se detuvieron ofensivas nacionales en Vilanova de la Barca (a unos 15 quilómetros al norte de la ciudad), donde los nacionales no consiguieron cruzar el río, y en las cabezas de puente ya referidas, que los atacantes no pudieron ensanchar. Se agotó así la capacidad ofensiva del bando rebelde.

Acaso se puede considerar un éxito relativo la batalla de Lleida para los republicanos, pues en un breve espacio de tiempo, se consiguió rehacer un ejercito en franca desbandada y se luchó valientemente, desgastando y frenando a los nacionales, recuperando así una parte de la moral perdida en la caída de Aragón. De hecho, Mateo Merino hace un balance positivo de la batalla, explicando que el enemigo había necesitado ocho días para ganar una franja relativamente pequeña de terreno con unos efectivos militares muy superiores en artillería y fuerza aérea, y con una mayor proporción de hombres que, afirma, era de alrededor de 3 a 1. Se había improvisado una defensa a contrareloj, con un enemigo harto de moral a las espaldas y se había conseguido detener la ofensiva.

Pero en el conjunto del frente del Segre, se concedió un terreno precioso (varias cabezas de puente) que a la postre fue determinante para el éxito aplastante de la ofensiva final sobre Catalunya, 9 meses más tarde. El 15 de abril los nacionales tomaron Vinaroz, y la España republicana quedaba dividida en la zona centro, y Catalunya. Mateo Merino, termina afirmando que la moral de la tropa era todavía alta, que se prepararon unas fuertes defensas alrededor de los ríos leridanos que hacían muy difícil en ese momento que las tropas nacionales pudieran seguir avanzando.

De hecho, y para terminar este artículo, debe decirse que fue a partir de entonces, estabilizado el frente y recuperada la moral, cuando el bando republicano trató de recuperar la iniciativa en la contienda, llamando a filas nuevos reclutas (la quinta del biberón), y lanzando grandes ofensivas, primero en el Segre, a finales de mayo de ese mismo año, y después durante el verano en el Ebro. Fracasaron ambas estrepitosamente, por motivos muy diversos. En el caso del Segre, fueron determinantes para decantar la balanza las cabezas de puente que los nacionales lograron en Balaguer, Serós y Tremp, como ya se ha dicho. Como lo fue también el no haber podido detener el avance nacional de marzo-abril en la ciudad de Lleida y haber perdido de hecho la plaza. Una última ofensiva republicana en noviembre fracasó también, y fue el preámbulo de la ofensiva nacional sobre Catalunya, en diciembre, que terminó por desmoronar completamente el ejercito republicano en ese sector, y determinar ya la derrota final de la Republica.

Por último, debe decirse que el Mayor Pedro Mateo Merino fue condecorado por su labor en esta batalla, como lo fue también con el distintivo al Valor toda la 46 división republicana. Y debe añadirse que también el máximo responsable de la división, Valentín Gonzalez, "El Campesino" fue condecorado, aunque no faltaron las voces críticas contra él.

jueves, 14 de junio de 2012




E aquí DAFO. Un proyecto pequeño, en una ciudad pequeña, con ideas gigantes y una visión tan espaciosa como su logo sugiere.


Aquí teniu DAFO. Un projecte petit, en una ciutat petita, amb grans idees i una visió tan espaiosa com suggereix el seu logo.


Si un día pasas por Lleida, o te tropiezas y te despiertas en ella, o resulta que ya tienes la mala, buena o rara fortuna de estar en ella, no se te puede escapar esta puerta cristalera.


Si un dia passes per Lleida, o entrepusses i t'hi despertes, o resulta que ja tens la mala, bona o rara fortuna de trobart-hi, no se't pot escapar aquesta porta cristallera.


Hay pozos frescos en los páramos más áridos.


Hi ha pous frescos als erms més àrids.


Preguntad por Jordi Antas.


Pregunteu per Jordi Antas.


Probable futuro premio Novel al empeño.


Probable futur premi Novel a la obstinació.


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miércoles, 7 de marzo de 2012

AVISO

Muy pronto, se publicará la cuarta parte de "Los amigos de Frankenstein", la continuación del supuesto diario de Percy Shelley, que escribiera la misma noche que su esposa creó a Frankenstein.

martes, 6 de marzo de 2012

Silencio en la nieve

España, 2011
Dirigida por Gerardo Herrero.
Escrita por Nicolás Saad, a partir de la novela de Ignacio del Valle.
Juan Diego Botto, Carmelo Gómez, Víctor Clavijo, Andrés Gertrúdix, Francesc Orella, Sergi Calleja, Jordi Aguilar, Alex Spijksma.
Libertad

No hay ninguna posibilidad de salvar esta película.

El tema tiene potencial, algo que debemos probablemente a la novela (que no he leído).

Los actores tienen algunos buenos momentos, los personajes, en algunos momentos puntuales, logran falsificar con cierta solvencia a sus originales, personajes perdidos en la galaxia del cine americano.

Hay una o dos, puede que hasta tres secuencias durante las cuales uno logra olvidarse de que está en un cine, pero son una verdadera excepción. El resto de la película uno está pensando dónde ha visto u oído una secuencia igual, de dónde han plagiado ese diálogo, o en que thriller americano vio por última vez ese dramático giro argumental.

Snif.

Es imposible entregarse, meterse en una película que es una mala falsificación de otras tropecientas mil.

Para empeorar las cosas, no está bien dirigida. Hay un par de clímax de guión que la dirección de Herrero, despistadísima, convierte en verdaderos galimatías. Véase la secuencia entre alemanes y españoles, apuntándose los unos a los otros (¡qué cosa tan mal filmada!), o el acorralamiento al asesino en un viejo monasterio (una escena desconcertante). Esta película, a ratos, parece un avión pilotado por un miope sin gafas.

Con películas como ésta, uno se da cuenta de lo difícil que es hacer cine.

Lo siento, es probablemente la peor frase que se puede decir de una película. Pero aquí, encaja.

No es muy complicado llegar a la conclusión de que los responsables de esta película no tienen talento. Tienen un cierto grado de saberhacer. Conocen un elemental ABC de la narrativa cinematográfica. Podrán haber hecho algo más o menos bueno alguna vez en su carrera. Podrán haber conseguido, en alguna rara ocasión, liberarse lo suficiente para dejar que fluya su propia inspiración, su propia personalidad para parir alguna cosilla, por pequeña que sea. Pero "Silencio en la nieve" son noventa minutos irrelevantes, y sin duda sus responsables son plenamente conscientes de ello, porque algo de cine tienen que saber, porque algo de dignidad deben de tener.

Con estas reflexiones, llegamos a una conclusión inapelable, incontestable, impepinable... y es que una película, una novela, una obra... , no es otra cosa que un acto de libertad. Y éste no es el caso.

martes, 31 de enero de 2012

La letra pequeña del estado de derecho

Se acusa a los bancos de avariciosos, de inmorales, de desalmados. Los bancos son entes, personas jurídicas, y los adjetivos con que se les relaciona actualmente, de los cuales he mentado tres, son solo atribuibles a personas físicas. Los hombres y mujeres que los gestionan no dejan de ser piezas de una maquinaria que funciona con una inercia encaminada solo a ganar dinero. Efectivamente, a esos hombres y mujeres, sí se les puede llamar codiciosos, avariciosos, desalmados, inmorales, y todo los adjetivos del ramo. Y se los merecen. Pero, para bien o para mal, la codicia no es un delito, ni la falta absoluta de moral.

Las leyes del mundo sirven para organizarnos, y el derecho penal en concreto, sirve para castigar a los hombres por actos que la comunidad decide que deben ser sancionados. Por desgracia, no existe un derecho penal que castigue los actos de las corporaciones de un modo equivalente. Las empresas no están sometidas a la ley con la misma severidad que los hombres, y lo que es peor, fuera del ámbito del derecho punible y represor, la ley las protege más que a los hombres. La crisis que estamos viviendo nos lo ha demostrado con una transparencia meridiana: en Europa los países del sur (España, Grecia, Italia, Portugal), están terriblemente endeudados. Sus deudas cada vez les cuestan más caras. Paralelamente, sus ingresos se desploman. Eso significa que estos países no tienen un saldo positivo, no les llega el dinero para pagar sus deudas (cada vez más caras), y atender los gastos internos. No pueden hacer las dos cosas a la vez. Así que tienen que escoger. Las consecuencias en un caso o en otro son muy distintas:

El hecho de no poder pagar las deudas, significa que los grandes bancos (alemanes casi todos), se quedan sin su dinero y sus beneficios. Se rompe el "ciclo natural" del capitalismo.

El hecho de no poder atender a sus gastos internos, significa que ese país tiene que recortar sueldos, recortar inversiones públicas, frenar la economía, poner menos dinero en circulación, dar menos trabajo, generar más paro, más pobreza, etc.

En España, por ejemplo, las previsiones apuntan a que a finales de 2012 habrá 6 millones de parados. ¿Qué hacer? ¿Bancos o ciudadanos? Ante esta disyuntiva, Europa, el continente del bienestar social, el territorio más avanzado del mundo en derechos sociales y en justicia social, toma una decisión: esos países en apuros, deben pagar, ante todo, sus deudas con los bancos. Esa es la línea impuesta. Esa es la decisión tomada. Hay que salvar el sistema, dice Europa, no se puede romper el ciclo, hay que mantener vigentes las corporaciones. Los individuos importan menos. Si hay que sacrificar algo, si hay que escoger entre seres humanos y la "justicia" capitalista, se escoge el sistema. Somo sacrificables. Yo soy sacrificable. Todos, absolutamente todos, somos sacrificables, incluso los codiciosos que lo defienden.

Europa ha tenido la opción de posicionarse, y ha escogido. Desde que esta crisis empezó, se ha legislado a diestro y siniestro con el objetivo de salvar el sistema. Se han hecho leyes extraordinarias en ese sentido. Todavía no se ha hecho una sola ley (al menos en España), destinada a salvar individuos. Los hombres podemos aguantarnos. Jodernos y aguantarnos. El sistema se tiene que salvar. Dicen sus defensores, que si no se salva el sistema, las consecuencias serían catastróficas para los ciudadanos. Lo que pasa es que la situación ya es catastrófica para muchos ciudadanos. En cualquier caso, no se trata de provocar una catástrofe, claro está, sino de buscar soluciones imaginativas que sin provocar el colapso, antepongan los individuos a las corporaciones. Ellos, los políticos, pueden hacerlo, han roto tantas normas como han querido para que las corporaciones pudieran ganar más dinero, manteniendo la apariencia de que todo funcionaba a la perfección. También pueden ahora mantener la misma apariencia mientras echan una mano a los ciudadanos.

No solo en tiempo de crisis aparece esa idea de un sistema capitalista que parece favorecer más a las corporaciones que a los individuos (ya sea porque protege más a aquellas que a estos, o porque las castiga menos cuando se portan mal). E aquí un ejemplo:

Antes de la crisis, hará seis o siete años, por mi trabajo, tuve ocasión de seguir un caso verdaderamente atroz. Una empresa, X, funciona prosperamente. Es una empresa familiar pero bastante grande, aunque no una gran multinacional. Tiene una buena posición en el mercado, y el producto que fabrica se vende bien en España y en varios países europeos y norteafricanos. Hay otra empresa, Z, que compite con X en esos territorios. Z es una enorme corporación multinacional. Desde su sede en Estados Unidos, sobre los mapas donde el mundo se agujerea con chinchetas, se decide que hay que ser más fuertes en los países donde compite con X. Urden una estrategia: Z hace una oferta muy generosa a la familia propietaria de X, y adquiere la empresa familiar. Asegura que mantendrá la empresa X tal como ahora, respetará la marca, los puestos de trabajo, los privilegios de los trabajadores, etc. Las corporaciones de este tipo, sin embargo, tienen mucha paciencia y trazan sus estrategias a años vista. Tres años más tarde, a pesar de que X sigue siendo muy próspera, Z decide cerrar X. Con ello elimina la competencia y se queda con buena parte del mercado. ¿Para qué necesita dos marcas? Es más barato tener solo una. Cierra la fábrica X, y manda al paro a 400 trabajadores. Toda la operación, que ha durado casi cinco años, estaba meditada y diseñada desde el principio. Su ejecución ha sido impecable. Esta conducta no es punible, la ley no considera que tales hechos sean constitutivos de un delito. Es una incongruencia, pues la ley penal tiene una máxima elemental: cuando se causa un daño intencionado, debe resarcirse al perjudicado y castigarse al que causa el daño. Todas las conductas consideradas delictivas por la ley penal, tienen como origen un daño causado a un inocente. Si no hay daño y lesionado, no hay delito. En este caso, se ha causado un daño a cuatrocientas personas, pero ninguna ley considera punible esa conducta causada por una corporación. Es inmoral, pero no infringe ley alguna. A los hombres no se nos juzga con los mismos parámetros. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar una conducta humana que provoque un daño a otro hombre y que no esté considerada un delito o una falta. Una vez más, la ley es más favorable a las corporaciones que no a los hombres.

Los bancos son codiciosos, las corporaciones son codiciosas. Es su naturaleza, se crearon para un objetivo, para ganar dinero. Son como feroces perros de presa, como escorpiones. Existe una conocida fábula, sobre una rana y un escorpión:

El escorpión le pide a la rana que le ayude a cruzar el río. La rana tiene miedo del escorpión pero éste le asegura que no la matará, ya que de hacerlo, se ahogará en el río. La rana confía en él. Pero a medio camino, el escorpión pica fatalmente a la rana. Antes de que ambos mueran, la rana le pregunta ¿"Por qué lo has hecho? ¡Ahora moriremos ambos!" Y el escorpión responde "Lo siento, es mi naturaleza".

No se puede reprochar a un escorpión que se porte como un escorpión. No se puede reprochar a un perro de presa que se porte como tal. No se puede reprochar a un banco que sea codicioso, inmoral, desalmado. Es su naturaleza. Su único objetivo es ganar dinero. Tiene a decenas, cientos de ejecutivos rompiéndose la cabeza para encontrar formas de ganar más dinero sin romper la ley. Ese es su trabajo. La moral no existe en esos despachos. Esos ejecutivos no es que sean desalmados, solo es su trabajo. Hacen sus horas, y se van a casa. Hablan de cifras, juegan con números. Solo es su trabajo. Lo mismo puede decirse de las grandes corporaciones. Si pueden ahorrar dinero, lo hacen, si pueden ser más competitivas, van a por ello. Si pueden obtener más beneficios, lo intentan. Son un ente amoral, carente de emociones, que llega hasta donde le deja la ley.

No se puede reprochar al escorpión que sea un escorpión. Esa frase vale también para los individuos, aunque somos una especie mucho más compleja y contradictoria, y se hace muy difícil generalizar. De todos modos, desde una panorámica general, puede decirse que las clases medias de los países occidentales no tienen generalmente conductas suicidas, ni siquiera temerarias. Porque hay quien señala a los desgraciados que se hipotecaron, que vivieron lujosamente antes de la crisis, de hinchar con su consumo desmesurado la gran burbuja que al estallar, ha generado el gran vórtice devorador. Quienes culpan al ciudadano, se olvidan de que cuando consumió y se hipotecó, ese ciudadano jugaba con unas reglas que creía estables, contaba con unos riesgos que tenía la convicción de que podía asumir. Pero un día, por la mañana, se levantó y se dio cuenta de que en realidad había estado jugando a la ruleta rusa sin saberlo, se dio cuenta de que sus apuestas corrían unos riesgos tan elevados que le iban a llevar a la ruina sin remedio. Las reglas habían cambiado de un día para otro. El ciudadano estaba atrapado. Había jugado con fuego sin saberlo, había estado paseando por encima de un alambre sin que nadie le advirtiera de que a unos milímetros estaba el vacío. Al final se ha caído, se ha quemado. Nos acostamos hipotecados, efectivamente. Pero cuando nos levantamos, nuestro negocio, hasta entonces próspero y capaz de asumir una hipoteca, ya no tenía clientes, nuestra esposa se quedaba en el paro, y al poco se quedaba tu hermano, tu tío, y al final también tú. Nadie te dijo que corrías esos riesgos. Nadie te dijo que la economía del mundo entero se iba a desplomar. Nos manipularon, nos tomaron el pelo. Supongo que eso forma parte también de la naturaleza de la clase media. Pero cuidado, que esa gran masa de ciudadanos, cada vez más empobrecidos, puede mutar hasta perder la paciencia y el miedo.

Todos los agentes de esta tragedia, han hecho lo que se esperaba de ellos, han obedecido a su naturaleza. Todos excepto uno.

Solo un personaje de este drama ha traicionado su naturaleza. El estado. Los gobiernos. A diferencia de las corporaciones y los bancos, su objetivo no es el dinero. Su objetivo son los ciudadanos. Y ahí es donde está la tradición. El estado de derecho, en los últimos tiempos ha hecho un giro cada vez menos disimulado, para proteger al dinero antes que al ciudadano. Los cambios legislativos ultraliberales, abriendo cada vez más puertas a bancos y corporaciones, han ido minando las bases del estado de derecho. Dejando al capricho del mercado cada vez más ámbitos de la vida, se ha ido empobreciendo el estado de derecho, para enriquecer a los grandes entes. Las leyes les han favorecido, en detrimento del ciudadano. Éste, emborrachado por el consumo y la bonanza económica, no lo sabía, pero los gobiernos sí.

No se trata solo de leyes económicas ultraliberales. Son muchas otras cosas, leyes de ámbitos no directamente económicos, leyes pequeñas, aparentemente con poca trascendencia social. Los ciudadanos no se dan cuenta de estos cambios, no generan rechazo social, porque se desconocen. No se alcanza a ver su trascendencia.

Son muy significativos algunas ejemplos en el ámbito de la justicia. Hace unos años, el gobierno español decidió liberalizar las profesiones de abogados y procuradores. Antes, tanto unos como otros, solo podían actuar en aquellas partidas judiciales en las que estuvieran colegiados. La ley cambió eso: ahora un abogado puede litigar donde quiera, y un procurador puede representar a su cliente ante cualquier juzgado de España. Esa ley no levantó polvareda alguna. Sus consecuencias, sin embargo, empiezan a notarse en el seno de los colectivos de abogados y procuradores. Cada ciudad tiene sus profesionales, sus abogados y procuradores. El trabajo esta repartido equitativamente por todo el país. Son profesionales liberales, independientes, propietarios de sus propios despachos, responsables de su trabajo, ciudadanos libres, con educación, activos socialmente, con sentido crítico. Ese perfil de ciudadano, junto con otros colectivos de ciudadanos similares, es el que en realidad garantiza la existencia del estado de derecho, de nuestros derechos ante el estado, para que éste no se olvide que trabaja para nosotros y que debe rendirnos cuentas. Con la nueva legislación, se ponen todas las facilidades para que se creen grandes despachos de abogados y de procuradores que trabajen para toda una provincia, para toda una Comunidad Autónoma, quizás muy pronto para todo el país. Las empresas, las aseguradoras, los bancos (los mayores clientes de los abogados y procuradores), lo saben, y, si antes tenían a un procurador en cada partida judicial, ahora quieren tener un solo procurador para toda la provincia, para toda la Comunidad Autónoma. Se ahorrarán dinero y logística. Y lo que es peor, ahora regatean para conseguir mejores precios a cambio de trabajo. La competitividad surgida en estos colegios profesionales, está resquebrajando en muchos casos la buena armonía de estos colectivos, y trabajadores dignos, se rebajan ahora para conseguir dar un mordisco a la zanahoria. El que no corre, vuela. El que no se come a los otros, acaba devorado. Las perspectivas apuntan hacia eso.

La pregunta es... ¿por qué? ¿Qué necesidad había, en tiempo de crisis de generar esta situación que puede poner en peligro el trabajo de miles de profesionales liberales? Quienes eran independientes, pasarán a ser, en su gran mayoría asalariados. Los jóvenes que salgan de la universidad, en unos pocos años, solo podrán aspirar a ser contratados por alguno de esos despachos que controlarán la mayor parte del pastel.

Las profesiones liberales, lanzadas sin remedio, como casi todos los ámbitos de la vida, a las normas salvajes del mercado. Las tarifas, las minutas, si antes se pactaban en el seno de los colegios profesionales, ahora pueden convertirse en moneda de cambio para conseguir más clientes. Los bufetes se convertirán en empresas. Es la libre competencia. Es especialmente grave, porque un profesional de la ley no tiene porque ser un profesional de la economía. Un abogado no se preparó para ser empresario. Un procurador no estudió cinco años para tener una empresa. ¿Quién ha sido el salvaje que ha decidido que para sobrevivir en este ámbito hay que hacer un master en dirección de empresas? ¿Quién ha decidido que la empresa, el escorpión, el dinero, tiene que regir todos los ámbitos de las sociedades occidentales? La máxima del capitalismo, es, en esencia, que tú tienes aquello que te ganas. Los demás que se jodan. Si eres rico, es porque te lo mereces. El mercado te da la oportunidad. Pero no todo el mundo es apto para esa competitividad. No todos somos iguales, no todos tenemos las mismas aptitudes. ¿No es la diversidad uno de nuestros mayores riquezas como especie? ¿Qué han de hacer los poetas en este mundo tan salvaje? ¿Qué han de hacer los procuradores de las pequeñas partidas judiciales? Una sociedad sana tiene que hacer converger esa diversidad humana, debe protegerla y armonizarla. No se trata de subvencionarla, simplemente de dejar que esos hombres hagan su trabajo, y darle valor. No es más que eso, dejarles hacer su trabajo. La sociedad que nuestros gobiernos están fabricando para el futuro no quiere dejar a muchos ciudadanos hacer su trabajo, aquello para lo que se prepararon.

Recientemente, el nuevo ministro de justicia ha anunciado que se aplicará el co-pago a la justicia. Las bases del estado de derecho sufren un nuevo golpe. Ya es definitivo: tenemos un estado de derecho con grandes titulares. La constitución establece que todos tenemos derecho a una vivienda. Que tenemos derecho a la sanidad. Que todos tenemos derecho a acceder a la justicia. Son derechos constitucionales, y, cada vez más, son titulares de nuestro estado de derecho. Luego está la letra pequeña, la que dice que tienes derecho a la justicia, solo si puedes pagártela. Letra pequeña, como en los bancos. Pero los bancos son bancos, los escorpiones son escorpiones, y el estado de derecho... ¿qué es?

Todo ha evolucionado en nuestras sociedades, excepto una cosa: la democracia. Sigue igual que estaba hace 200 años. Votamos y nos vamos a casa para que nuestros representantes hagan lo que crean conveniente. Eso ya no basta. Va siendo hora de que alguien actualice esa vieja palabreja.

viernes, 13 de enero de 2012

Buscando un beso a medianoche

 
Estados Unidos 2007
Dirigida y escrita por Alex Holdridge
Scoot McNairy, Sara Simmonds, Brian Matthew McGuire, Katy Luong, Bret Roberts, Robert Murphy, Twink Caplan, Nic Harcourt
 
Buscando un filón donde sea y cuando sea
Qué bonitos son los filones. Como brilla el oro, o la bauxita o el tungsteno al fondo de la galería H de la mina E. Una maravilla, solo que el cine no es un material que se extrae de la tierra. No vale lo mismo un pedazo que otro, no brilla igual esta pepita que aquella. Será porque aquí la pepita hay que arrancarla de la cabeza de alguien.

No se puede negar que esta película tiene cierta honestidad, que su blanco y negro es atractivo, y que algunos de sus momentos son divertidos, o efectivos, o entrañables. Sin embargo, para decepción del que suscribe, tampoco se puede negar que la propuesta está más hueca que otra cosa, que se sostiene en personajes con poca entidad, los cuales, lógicamente, no logran dar entidad a lo que hacen durante la película. El personaje masculino despierta ciertas simpatías, pero el pobre se ve aplastado en todo momento por su creador, de quien debe ser alter ego, con esa madurez fabricada del fracaso, con ese código moral que, una vez más, nos dice que en el fondo, lo "indi", moralmente, es más estricto que los reverendos bautistas del sur de Estados Unidos, y que su irreverencia se queda en el envoltorio. Tres cuartos de lo mismo para la chica, que debe ser la novia entre neurótica y frágil que el autor siempre quiso tener.

Esta película vive de su filón. La referencia más clara es "Antes del amanecer". Tirando de eso, tiene garantizados unos cuantos espectadores. Tira de lo "indi", de un falso "amateurismo", de personajes más trillados que la paja, de situaciones donde hay que darle demasiado a la chispa para que se encienda alguna cosa. No tiene mayor secreto: conversaciones existenciales por las calles en blanco y negro de Los Angeles. Los personajes van echando leña al fuego, aunque no tenemos claro que coño quieren alumbrar. La verborrea que sueltan sigue caminos retorcidos, quiebros que se esfuerzan por crear un brebaje gustoso, y tal es el esfuerzo, que en cada palabra parece que vemos al guionista sudando tras el ordenador. Poca libertad tienen sus pobres personajes, poseídos por su autor hasta perder su alma sin remedio. Cuesta empatizar verdaderamente con ellos, y cuando las situaciones se agotan, la solución está en buscar una nueva transición, un "ir a alguna parte" por esas calles oscuras y espléndidamente fotografiadas. Y de ahí a una nueva confesión.
Nada de lo que ocurre en esta película resulta motivador. Puede que lo único que pueda salvarse sea la relación entre el personaje masculino y la novia china de su mejor amigo. Lastima que ese auténtico "filón" (dicho aquí en otro sentido) no esté aprovechado. Realmente es mucho más interesante la subtrama que lo que les ocurre a los protagonistas. Alguien sabio dijo una vez que las historias que hay que contar en el cine, deben ser extraordinarias. Sino, ¿para qué hay que hacer una película con ellas?

Faltan conflictos, obstáculos y objetivos. Eso diría un manual de escritura de cine, uno de esos que luego hay que tirar a la basura. Esos libros se resquebrajan ante una buena película, en este caso, sin embargo, Alex Holdrige debió haberse comprado uno, porque al menos son útiles para salvar películas huecas como ésta.

Para hacer una buena película, para encontrar la pepita de oro, hay que picar mucha piedra, aunque sea de un filón.

De Dioses y Hombres

Francia, 2010
Dirigida por Xavier Beauvois
Escrita por Xavier Beauvois y Etienne Comar
Lambert Wilson, Michael Lonsdale, Olivier Rabourdin, Philippe Laudenbach, Jacques Herlin, Loïc Pichon, Xavier Maly, Jean-Marie Frin, Abdelhafid Metalsi, Sabrina Ouazani, Goran Kostic
Pequeños Dioses
Hemos vivido unos años en los que el cine realista había desarrollado un estilo muy determinado al que se ha apuntado todo aquel director que se precie de estar a la vanguardia, en la cresta misma de la ola. Cámaras frenéticas, planos subjetivos enloquecidos, ausencia de límites en el contenido de las imágenes, con lo que nos hemos puesto las botas con sexo y violencia hasta salirnos por las orejas. Eso, ya está, ya lo tenemos: la cámara sin trípode y en manos de un operador con párkinson ES el realismo. Pues yo andaba ya un poco hastiado de tanto mareo, y de un cine tan ansioso por sorprender que al final ha terminado por ser previsible.

Me pareció muy interesante una película del año pasado llamada Ajami, una película con afán realista que formalmente se limitaba a mostrar los hechos, sin volver loco al espectador. La película termina siendo cruda y creíble. De Dioses y Hombres se afilia en esta línea. Puede que estemos ante un nuevo estilo de cine realista, donde es más importante lo que ocurre dentro del encuadre que la forma que se da a ese encuadre.

De Dioses y Hombres es una película realista y cruda. Está narrada a un ritmo pausado, sin prisas. La puesta en escena está depurada al máximo, se guía por la austeridad, no solo en aquello que muestra, sino en como lo muestra. No hay más planos que los imprescindibles para mostrar lo que está contando, ni uno más. Y de ese modo, la cámara, desaparece y el espectador viaja al interior de la película.

La primera parte se hace casi aburrida, se puede llegar a pensar que es innecesaria tanta rutina. El dispensario, el huerto, la comida, los oficios... La película no empieza nunca. ¿Estamos en un documental? He leído en otras críticas que tanta lentitud hace daño a la película. Discrepo de ello. La primera parte es un elemento imprescindible para que funcione la segunda parte, es su única razón de ser. Sin ese ritmo lento inicial, el desenlace no tendría la potencia que tiene.

En la segunda parte, la película no acelera su ritmo. Lo que crece exponencialmente es la tensión dramática. Y es precisamente la pausa con la que ocurren los acontecimientos, en la cual ya estamos metidos, la que genera esa tensión. Es una brillante ejecución por parte de Xavier Beauvois, que demuestra que domina a la perfección los mecanismos para narrar una historia.

La violencia está implícita en las imágenes austeras. Y pongo como ejemplo, sin desvelar, una secuencia que a juicio del que suscribe, es sencillamente genial: mientras los monjes rezan en la capilla, un helicóptero sobre vuela el monasterio. El ruido en la callada hora de la oración, resulta aterrador. No hace falta nada más. Toda la película, conceptualmente, está fabricada para que momentos como el que acabo de describir funcionen.
Concepto, estilo, ritmo, todo está al servicio de una cosa: los personajes. No puede ser de otro modo. Esto tan sencillo, tan elemental, no siempre es tan diáfano para muchos directores. A veces uno piensa que es la excepción, cuando debería ser la esencia. Beauvois aquí lo tiene muy claro. Aunque inicialmente no lo parezca, es una película coral, que narra el proceso interior de ocho seres ante unos acontecimientos extremos. Esa coralidad es un acierto, porque le da mayores dimensiones a la película, ofrece un análisis más amplio y complejo sobre lo que trata de contar y aquello sobre lo que se cuestiona, que no es otra cosa que el sentido de la vida, el apego a la misma, los valores que la hacen valiosa. Y lo más interesante es que como resultado del análisis, observamos que no existe una respuesta única que valga para todos. Cada individuo obtiene sus propias respuestas.

No está tan claro que exista un bien y un mal, un camino correcto y otro incorrecto, una decisión acertada y otra errónea. ¿Por qué? Pues porque somos nosotros mismos quienes mandamos sobre nuestra vida, somos la máxima autoridad, la única a la que debemos rendir cuentas. Pequeños Dioses.

El Fuego y la Palabra (Elmer Gantry)


Estados Unidos, 1960
Dirigida y escrita por Richard Brooks a partir de la novela de Sinclair Lewis
Burt Lancaster, Jean Simmons, Shirley Jones, Arthur Kennedy, Dean Jagger, Rex Ingram, Hugh Marlowe, Edward Andrews, Patti Page, John McIntire, Joe Maross, Philip Ober, Barry Kelley.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde
"El amor es la estrella de la mañana y de la tarde". Una frase tan reluciente en boca de Elmer Gantry, como falsa al mismo tiempo, y como auténtica y definitoria del personaje que la dice. Pura paradoja. Esta película es un torrente imparable, el que inyecta uno de los personajes más conseguidos y complejos del cine americano, lleno de contradicciones, de vicios y también de belleza. ¡Qué gran granuja! ¡Qué tipo entrañable! ¡Y como logra todos esos matices un fantástico Burt Lancaster! Su interpretación no está reconocida hoy como se merece, debería figurar entre las mejores de todos los tiempos. Puede que Lancaster sea el mismísimo Elmer Gantry, de otro modo, parece un prodigio. Richard Brooks, uno de esos directores que, incomprensiblemente no figuran en el olimpo de los dioses del cine (quizás por hacer películas demasiado inteligentes) dirige una orquesta sin fisuras al servicio del personaje, y el efecto es brillante. La película no tiene un momento de pausa, y las emociones de los personajes están permanentemente a flor de piel, y con ellos, las de los espectadores. Gantry vive cada instante como si le fuera la vida en ello. Ama de verdad, compadece, peca, engaña, predica poniendo en ello cada centímetro de su cuerpo... "El amor es la estrella de la mañana y de la tarde", tan falso, y tan verdadero.
Solo hay que ver la secuencia inicial, cuando la primera página de una novela de Sinclair Lewis empieza a narrar una historia: Elmer Gantry estaba borracho, elocuentemente borracho...
La película avanza a base de fuerza pero también a base de sutileza. El amor surge con una naturalidad que emociona, enfrentado al deber, a la causa, y fluctuan los personajes Elmer y la adorable hermana Sharon, entre uno y otro, atrapados a veces por el amor y otras por la misión que creen encomendada. Y en ello, apenas se rozan, haciendo su amor imposible.
En superficie aparece brillantemente tratado el tema de los mesías de nuestro tiempo, de las iglesias que captan a los ingenuos. Se plantean temas teológicos que añaden atractivo a la trama. Pero más allá de eso, está esa lucha entre el deber y el amor, y el certero retrato de lo que es en esencia un ser humano: una criatura simple y hermosa, enamoradiza, gamberra, tierna, apasionada, capaz de crear y de destruir llevada por sus propias obsesiones, capaz de errar, arrepentirse, aprender, y volver a errar. Y después de caer, volver a levantarse para seguir adelante. "I am on my way", canta Elmer, dejando que el camino le lleve.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde, esa es en realidad la esencia de la vida, tan cierto como falso, tan bello como ridículo, depende solo de creer en ello.