(También conocida como batalla de Lérida (1938))
AMPLIACIÓN DEL ARTÍCULO "LA BATALLA DE LLEIDA (1938)", publicado en este blog:
http://permezzo.blogspot.com.es/2011/04/la-batalla-de-lleida.html
Como ampliación a la información ya relatada sobre la batalla de Lleida, expongo aquí un resumen de los capítulos dedicados a esta batalla en el libro
"Por vuestra libertad y la nuestra" (Editorial DISENSO), del Mayor Pedro Mateo Merino que en ese momento era el jefe de la 101 Brigada Mixta, integrada en la 46 división que, mandada por Valentín Gonzalez, "El Campesino", fue la encargada de la defensa de la ciudad. Si el relato de Lluís Mezquida, que era la base del primer artículo publicado aquí, daba una visión global de los hechos, con mayor distancia, las memorias del Mayor Mateo Merino, por haber vivido los hechos en primera persona, pueden resultar de un abasto parcial, pero por otro lado, contienen una veracidad y una proximidad que las hace muy valiosas. Su narración nos sitúa verdaderamente sobre el terreno.
Debo antes hacer algunas precisiones. Mientras la versión de Mezquida otorga una importancia capital en esta acción bélica a la 60 brigada mixta, integrada en la 46 división junto con la 10 y la 101, las memorias de Mateo Merino ni siquiera mencionan dicha unidad, y en cambio ponen un énfasis especial en 101, que es la brigada que él mandaba y de la que, lógicamente, puede dar cuenta con precisión, situando sus batallones, e incluso sus compañías, en el escenario de los hechos. La 10ª brigada se menciona muy someramente, y no aparece, como hemos dicho, la 60. Este hecho contradictorio, puede obedecer a que Mateo Merino habla en sus memorias de aquello que conoce, su propia brigada, y obvia información que desconoce, como la actuación y movimientos de la 10ª y la 60 brigadas. Aun así, resulta extraño que, habiendo asumido el mando de la defensa de la ciudad en la vanguardia, la noche del día 1 de abril (como se explicará más adelante), no tenga conocimiento de las unidades a su cargo. La completa omisión de la participación de la 60 brigada mixta por parte de Mateo Merino, en contradicción con su protagonismo en la versión de Mezquida, obliga a pensar que ya sea Mezquida o Mateo Merino, uno de los dos comete un error al reproducir los hechos. Dado que en el volumen "Historia de las Brigadas Mixtas del Ejercito Popular de la República" de Carlos Engel (1999) se sitúa a la 60 Brigada Mixta en la defensa de Lleida, hay que suponer que es Mezquida quien en este punto es más preciso. El mismo libro sitúa también las brigadas 37, 10 y 101 en la defensa de Lleida, por lo que parece que puede confirmarse que esas tres, junto con la 60, fueron las unidades que llevaron el peso de la defensa de la ciudad.
Por otro lado, Lluís Mezquida apenas menciona la intervención de la XIII Brigada Internacional. Entendemos en este caso que se trata de una omisión de Mezquida, quien maneja una gran cantidad de datos, y no un error de Mateo Merino, cuyas afirmaciones, relatadas en primera persona, dificilmente pueden tomarse como errores, a diferencia de sus omisiones. En resumen, no creo que pueda ponerse en duda lo que afirma Mateo Merino, pero sí puede pensarse que omitió datos. En este sentido, y al hilo de este criterio autoimpuesto en la redacción de ambos artículos, ambos relatos se complementan y son compatibles, con excepción de aquellos matices que el lector atento ya detectará por sí mismo. El que suscribe, simple transmisor de la información, se inclina por la versión de Mateo Merino en aquellas pequeñas contradicciones que aparecen en la comparativa de ambas versiones, pues éste es testigo directo de los acontecimientos. Véase el caso curioso de la destrucción del puente de Lleida.
Sea como fuere, ahí va otro punto de vista sobre la toma de Lleida entre el 31 de marzo y el 3 de abril de 1938, que aporta interesantes datos de estrategia militar, apuntes de humanidad y de realismo, y algunas valoraciones subjetivas de gran interés para comprender un momento fundamental de la Guerra Civil española.
Como preámbulo, Mateo Merino explica que el desplome del frente en Aragón cogió por sorpresa a los altos mandos republicanos, que no pensaron que tendrían que planificar la defensa de la ciudad de Lleida con tanta celeridad e improvisación. En los días anteriores a la batalla, el mayor Mateo Merino lanzó varias patrullas de reconocimiento para determinar la posición de las vanguardias rebeldes, así como los restos que quedaban de los ejercitos republicanos en retirada. Explica también que con dichos restos, entre los que se encontraba la XIII Brigada Internacional, se consiguió establecer una linea de defensa a lo largo del lado oeste del río Segre (al cual aún no habían llegado los fascistas en ningún punto), compuesta por unos 180.000 hombres, repartidos de norte a sur a lo largo de toda la provincia, siendo los puntos principales de concentración de tropa Serós, Lleida y Balaguer. Inicialmente existía la intención de montar la defensa en el río Cinca, a unos 20 quilómetros de Lleida, pero el rápido avance enemigo lo imposibilitó, aunque en Fraga se detuvo a los rebeldes durante una jornada, tiempo muy valioso para organizar el que iba a ser el futuro campo de batalla. Las informaciones en retaguardia a finales de marzo eran tan confusas que en algunos momentos se temió que Lleida ya estaba en manos del enemigo. Sin embargo, los masivos ataques de artillería, con el apoyo de 200 aviones, permitieron a los rebeldes tomar Fraga y Serós, destrozando a la ya maltrecha 16 División republicana. La brigada 101, mandada por Mateo Merino, entró en acción tapando con eficacia la línea Alcarrás-Butsenit, al suroeste del río, a unos 12 quilómetros de Lleida, y enfrentándose a las vanguardias del Cuerpo de Ejercito Marroquí de Yagüe. Gracias a esta acción, y a pesar de lo limitado de los efectivos con que contaba la 101 brigada mixta, se contuvo a los nacionales, que tuvieron que replegarse para organizarse, ganándose otra vez, un tiempo precioso.
En este momento, el ejercito republicano del Este, como se ha dicho, cuenta con 180.000 efectivos bajo el mando del Teniente Coronel Perea. Las ordenes son defender a toda costa la linea del río Segre para detener el avance nacional. Pero la información que recibían los mandos, y la desbandada de las tropas, no permitió una rápida y efectiva ubicación de las unidades en los que parecían los tres puntos principales para la defensa del sur de la provincia de Lleida y para detener así la conquista de Catalunya: Serós, Lleida y Balaguer, con lo que muchos efectivos tardaron en movilizarse y en cruzar al oeste del río, quedándose en el margen izquierdo durante más jornadas de las necesarias por pura descoordinación, es el caso de la 37 Brigada Mixta y la 10ª. Con este panorama, se inicia la batalla por la ciudad de Lleida.
Los primeros intentos rebeldes por tomar la ciudad fueron infructuosos, y causaron muchas bajas entre sus filas. Intentaron rodear la defensa frontal para adentrarse por los flancos sin éxito. Otra cosa ocurre en Serós, donde consiguen adueñarse del puente sobre el río y establecer una cabeza de puente. El caso de Serós, según las memorias de Mateo Merino, hubiera sido fácilmente evitable con una buena planificación defensiva. Otro tanto ocurrió en Balaguer días más tarde. Las consecuencias de la caida de ambas plazas serían más adelante trágicas. Mateo Merino se lamenta también de que no se estableciera en el río Cinca, en Monzón y Fraga, una defensa como la que se organizó en el Segre, pues se hubiera mantenido al enemigo alejado de una plaza tan trascendental como Lleida.
Aún así, los primero intentos rebeldes de tomar Lleida fueron desastrosos para ellos. Las defensas sí estaban bien organizadas en este punto, con fuerzas en los flancos, y los mandos nacionales comprendieron que la toma de la ciudad requería una operación de embergadura, para la cual se prepararon.
Valentín Gonzalez, jefe al cargo de la defensa, estableció su puesto de mando en el centro de la ciudad, en el edificio del Banco de España, en el margen derecho (oeste) del río. Mateo Merino cuenta que el avituallamiento de la tropa era en la ciudad ágil y abundante, y cuenta también que había quedado vacía de habitantes tras los salvajes bombardeos del día 20 y 21 de marzo.
Los últimos días de marzo, el enemigo intentó quebrar el flanco izquierdo diversas veces, sin éxito. Su intención era arribar por el camino más corto a los puentes de la ciudad. En estos ataques, tuvo relevancia la defensa de la 101 brigada, que a pesar de estar en inferioridad de hombres, y pese a la fortaleza y superioridad en armamento del enemigo, contuvo los primeros ataques. Se combatía con dureza, mientras en el margen izquierdo del río (este), en la inmediata retaguardia, las brigadas 37 y 10, esperaban la orden de sumarse a la primera línea. Al parecer existían grandes dudas entre los mandos republicanos, que a la postre fueron fatales. Según Mateo Merino, un manejo más eficaz de las tropas hubiera evitado la caída de la ciudad, pues la batalla por Lleida debía librarse, dice, en el margen derecho, y no parapetando a las fuerzas al otro lado del río. Debe apuntarse aquí que la mayor parte de la ciudad, y su centro, se hallan en el margen derecho, y solo algunos barrios se encuentran en el izquierdo, de modo que perder la parte derecha de la ciudad (la parte oeste) significaba en la práctica, perder la plaza. Tras la incertidumbre inicial, pareció que los mandos se decantaban por proteger la ciudad desde el margen derecho, y luchar con el río a la espalda, con lo que finalmente se dio orden a la 37 brigada mixta para que cruzara el río y entrara en la batalla.
La brigada 101, que comandaba Mateo Merino, y la 37, que acudió en su apoyo, se encargaron de la defensa de la zona de la carretera entre Lleida y Fraga, con lo que el relato del Mayor se centra en dicho sector, en el flanco izquierdo-centro de la defensa. Los ataques eran en los primeros días diurnos, y se aprovechaban las noches para cavar trincheras y mejorar las defensas. El 1 de abril, se desato una ofensiva general a ambos lados de la carretera, en dos direcciones principales, la colina de Gardeny, al sur, y en el centro de las defensas, en dirección a la estación de ferrocarriles. El ataque fue tan duro, que efectivos de la 37 brigada, tuvieron que retroceder en algunos puntos, permitiendo un avance mínimo de los rebeldes. El ataque se repitió por tres veces a lo largo de la jornada, combinándolo los nacionales con intenso fuego de artillería. Al anochecer, los rebeldes lograron posicionarse ventajosamente en Gardeny, lo que dejó al descubierto a la 101 brigada. Esto obligó a Mateo Merino a lanzar un contraataque con el cuarto batallón de la Brigada que logró rehacer la linea defensiva. Aunque no se había desplomado la línea, esta quedó en una situación vulnerable, lo cual era altamente peligroso, pues en ese momento, era la última línea natural de defensa antes del casco urbano, en el cual, en vista de los hechos, se estaban preparando ya nuevas defensas.
Por el flanco derecho, defendido por la XIII Brigada Internacional, se produjeron algunas brechas que permitieron al enemigo penetrar en el perímetro, y se generó un alto riesgo de enbolsamiento. Mateo Merino, cuenta que ya no había suficientes reservas para taponar las brechas. La situación se tornó muy confusa en la línea del frente, y el riesgo de infiltración del enemigo era altísimo. Mateo Merino cuenta que ordenó la formación de patrullas de vigilancia para evitar dichas infiltraciones. La ayuda artillera con que contaba la defensa era efectiva en la zona sur del frente, no así en la zona centro y norte. Se apostaron puestos de vigilancia en la Seu Vella para informar de los movimientos enemigos.
La noche del 1 de abril, el mando de la división (se entiende que se refiere a Valentín Gonzalez y sus ayudantes), trasladan el puesto de mando al margen izquierdo (este) del río, al barrio de la Bordeta, y Mateo Merino, según afirma, queda al mando de la defensa de la ciudad en primera línea. Durante la noche se avituallan las tropas, agotadas, y una parte de la 37 brigada, cruza también el río a la inmediata retaguardia. Según dice Mateo Merino, tienen ante sí días difíciles. El tiempo además se torna borrascoso, con fuertes vientos y lluvias intermitentes, que aumentan las penurias de los combatientes. Las fuerzas con las que cuenta el Mayor son escasas. Entre ellas, tiene unos tres tanques. La noche se aprovecha también para dividir la ciudad en sectores, montar barricadas en los accesos y en las principales vías, y comenzar a organizar en definitiva una eventual batalla en el interior del casco urbano.
Por la mañana, el día 2 de abril, amanece con un sol primaveral, y en seguida, cae una lluvia de bombas de artillería, a la vez que escuadrillas de la legión Cóndor lanzan sus bombas sobre la ciudad. Es importante el apunte que hace en este punto el mayor, que afirma que fueron los aviones nacionales (alemanes) los que destruyeron el puente de piedra de la ciudad, a pesar de que las crónicas posteriores cuentan unánimemente que fueron los republicanos en retirada los que lo destruyeron. La destrucción del puente estaba prevista por los propios republicanos como último recurso en caso de retirada, pero en ese momento, con la batalla en su punto álgido, los defensores se quedaron con una única vía de suministro y escape, el puente del ferrocarril, por el cual no podían transitar vehículos. Esto impedía no solo la eventual evacuación de tropas y tanques, sino también un avituallamiento efectivo, con lo que el Mayor encarga a sus zapadores la preparación inmediata, contrareloj, del puente para el tránsito de vehículos, gastando en ello hombres y esfuerzos.
El primer ataque de ese día se desató en el saliente defendido por la 101 (probablemente se trata de la colina de Les Collades), recuperado el día anterior, especialmente vulnerable. Aun así, se contuvo la oleada, causando grandes bajas al enemigo. Sin embargo, un segundo ataque masivo, a las 12 del día 2, en el que se combinó artillería y soporte aéreo, diezmó a los combatientes republicanos, que tuvieron que replegarse ante la fuerza del ataque combinado. Suponía el repliegue abandonar la colina principal, y de hecho la defensa central del flanco izquierdo. Con lo cual, y poniendo a los tanques al frente, el Mayor dio orden de recuperar el terreno perdido. Relata aquí Mateo Merino, el despiadado ametrallamiento aéreo contra las fuerzas republicanas. Ante tal fuerza de fuego enemiga, las tropas se repliegan, a ratos en desorden. Mateo Merino ordena aprovechar las numerosas acequias que envuelven la ciudad, cubierta de un manto de árboles frutales y huertos, para organizar nuevas defensas, con la ayuda de los tanques, lo cual se hace harto difícil ante la fuerza artillera y aérea enemiga. El mayor se queja de la poca aportación de la artillería y la fuerza aérea republicanas, cuyo papel califica de casi nulo. Aún así, y gracias a la heroicidad de los defensores, y en especial del tercer batallón que resiste casi todo el día, el avance nacional es en realidad escaso, y se ve detenido por los tanques republicanos y la sección de infantería.
Mientras en el flanco derecho (se supone que alrededor de la carretera de Huesca), los combates se han recrudecido hasta llegar al cuerpo a cuerpo. Luchaba allí el segundo batallón de la 101, y su jefe, el comandante Pasqual, es herido de extrema gravedad. La situación de este batallón, que lucha defendiendo cada palmo de terreno, es muy delicada, pues sus flancos están al descubierto desde el momento que la XIII brigada Internacional empieza a retirarse hacia el noreste, aunque sin dejar nunca de combatir. En un dramático párrafo, Mateo Merino relata en primera persona su visita a dicho flanco, el regreso penoso de numerosos heridos, que retroceden tras haber caído Alpicat (un pueblo a escasos cinco quilómetros de Lleida). El mayor explica que contribuye, con su propio vehículo, a evacuar al puesto sanitario a numerosos heridos. Relata también que aquí cae muerto el brigadista polaco Josef Schoenbach.
En ese momento, explica el mayor, la defensa de la ciudad está ya seriamente amenazada. Ciertamente, explica, los republicanos mantienen las líneas, pero estas se aguantan con solo una línea de soldados, sin reservas de refresco para sustentarlas, luchando por cada palmo de terreno, apoyándose en las acequias para ceder y contraatacar si las circunstancias lo permiten. La batalla es encarnizada en todo el perímetro de la ciudad. Mateo Merino, consciente de lo débil de sus defensas, plantea seriamente una defensa ya en el casco urbano, reagrupando a las tropas, puesto que la alternativa supone resistir con alto riesgo se ser desbordados en todos los puntos del frente, con graves consecuencias.
Se produce esa noche un punto de inflexión. Mateo Merino decide retirar las fuerzas al casco urbano, y lo hace estampando su firma en las ordenes. Se entiende con ello que asume plena responsabilidad por tal decisión. Prioriza la defensa del casco urbano por sectores, distribuyendo los batallones por la ciudad, así como acelerar la habilitación del puente del ferrocarril para el tránsito de automóviles. La actividad es frenética en el bando republicano esa noche. Las tropas, agotadas, apenas pueden descansar.
Mateo Merino cuenta que esa mañana, 3 de abril, salió un sol tibio. Inmediatamente los combates se reanudaron con crudeza. La 37 brigada perdió la estación de ferrocarriles, pero a pesar de ello, hasta bien entrada la tarde, los republicanos consiguen mantener las posiciones en la mayor parte del perímetro. El enemigo, sin embargo, destina una ingente cantidad de fuerzas a prosperar por el norte de la ciudad, la parte peor guarnecida. Mateo Merino manda allí las últimas fuerzas que le quedan en reserva, una compañía, consiguiendo detener aparentemente el avance. Aún así, se hace evidente la infiltración de tropas enemigas, agujeros que los defensores ya difícilmente consiguen parchear. Entre estas infiltraciones, el enemigo consigue llegar a la Seu Vella, y a punto está de copar las tropas defensoras que allí permanecen, y que consiguen huir luchando ferozmente.
Durante unas horas, la defensa se convierte en una serie de tiroteos constantes por las principales calles de la ciudad, en sus puntos neurálgicos. Pero la caída de Lleida se adivina ya inminente. Las mejoras en el puente del ferrocarril permitirán una evacuación rápida de los efectivos republicanos, que retroceden abrumados por la fuerza del enemigo, superior en efectivos humanos, aéreos y artilleros.
Las fuerzas republicanas no tienen otro remedio que parapetarse al otro lado del río, con el firme empeño de evitar que lo cruce el enemigo. Un empeño en este caso con muchas posibilidades de éxito, como así fue, pues el esfuerzo militar que suponía para el enemigo cruzar una barrera natural de 30 o 40 metros de ancho, de una profundidad de entre 2 y 5 metros y una fuerza de arrastre considerable como era el río Segre, lo convertía en una arma defensiva insuperable en ese momento.
El esfuerzo llevado a cabo por la 46 división republicana en Lleida, en el lado oeste del río Segre tuvo su recompensa. Desgastó de tal modo al enemigo que hizo inviable un avance nacional más allá de la frontera natural del río y detuvo durante 9 meses el avance nacional. Evitó la formación de una cabeza de puente en la ciudad de Lleida, que sí habían conseguido los rebeldes en Balaguer, Serós, y Tremp, haciéndose en este último caso con el control del cauce de los ríos leridanos y una buena parte de la fuerza hidroeléctrica que abastecía a Catalunya. En los días posteriores, se detuvieron ofensivas nacionales en Vilanova de la Barca (a unos 15 quilómetros al norte de la ciudad), donde los nacionales no consiguieron cruzar el río, y en las cabezas de puente ya referidas, que los atacantes no pudieron ensanchar. Se agotó así la capacidad ofensiva del bando rebelde.
Acaso se puede considerar un éxito relativo la batalla de Lleida para los republicanos, pues en un breve espacio de tiempo, se consiguió rehacer un ejercito en franca desbandada y se luchó valientemente, desgastando y frenando a los nacionales, recuperando así una parte de la moral perdida en la caída de Aragón. De hecho, Mateo Merino hace un balance positivo de la batalla, explicando que el enemigo había necesitado ocho días para ganar una franja relativamente pequeña de terreno con unos efectivos militares muy superiores en artillería y fuerza aérea, y con una mayor proporción de hombres que, afirma, era de alrededor de 3 a 1. Se había improvisado una defensa a contrareloj, con un enemigo harto de moral a las espaldas y se había conseguido detener la ofensiva.
Pero en el conjunto del frente del Segre, se concedió un terreno precioso (varias cabezas de puente) que a la postre fue determinante para el éxito aplastante de la ofensiva final sobre Catalunya, 9 meses más tarde. El 15 de abril los nacionales tomaron Vinaroz, y la España republicana quedaba dividida en la zona centro, y Catalunya. Mateo Merino, termina afirmando que la moral de la tropa era todavía alta, que se prepararon unas fuertes defensas alrededor de los ríos leridanos que hacían muy difícil en ese momento que las tropas nacionales pudieran seguir avanzando.
De hecho, y para terminar este artículo, debe decirse que fue a partir de entonces, estabilizado el frente y recuperada la moral, cuando el bando republicano trató de recuperar la iniciativa en la contienda, llamando a filas nuevos reclutas (la quinta del biberón), y lanzando grandes ofensivas, primero en el Segre, a finales de mayo de ese mismo año, y después durante el verano en el Ebro. Fracasaron ambas estrepitosamente, por motivos muy diversos. En el caso del Segre, fueron determinantes para decantar la balanza las cabezas de puente que los nacionales lograron en Balaguer, Serós y Tremp, como ya se ha dicho. Como lo fue también el no haber podido detener el avance nacional de marzo-abril en la ciudad de Lleida y haber perdido de hecho la plaza. Una última ofensiva republicana en noviembre fracasó también, y fue el preámbulo de la ofensiva nacional sobre Catalunya, en diciembre, que terminó por desmoronar completamente el ejercito republicano en ese sector, y determinar ya la derrota final de la Republica.
Por último, debe decirse que el Mayor Pedro Mateo Merino fue condecorado por su labor en esta batalla, como lo fue también con el distintivo al Valor toda la 46 división republicana. Y debe añadirse que también el máximo responsable de la división, Valentín Gonzalez, "El Campesino" fue condecorado, aunque no faltaron las voces críticas contra él.