Estados Unidos, 1998
Escrita y dirigida por Terrence Malick, a partir de la novela de James Jones
Sean Penn, James Caviezel, Nick Nolte, Elias Koteas, Ben Chaplin, Dash Mihok, John Cusack, Adrien Brody, John C. Reilly, Woody Harrelson, Miranda Otto, Jared Leto, Will Wallace, John Dee Smith, John Travolta, George Clooney, Nick Stahl, Thomas Jane, John Savage, Kirk Acevedo, Tim Blake Nelson, Larry Romano, Penelope Allen, Simon Billig, Mark Boone Junior, Don Harvey, Norman Patrick Brown, Arie Verveen, Jarrod Dean, Matt Doran, Travis Fine, Paul Gleeson, Danny Hoch, Robert Roy Hofmo, Don Harvey, Michael McGrady.
La inmortalidad
El viento sopla, las hojas se mecen, los pájaros cantan, y los hombres se matan. ¿El sinsentido de la guerra? ¿O quizás simplemente su condición de hecho efímero, como todos los otros hechos que ocurren en el mundo? La guerra llega, ocurre, y luego pasa, y los que mueren desaparecen. Y los nativos seguirán pescando bajo el agua, y criando a sus hijos, y cazando en los bosques subtropicales. Y el viento seguirá meciendo las hojas y los pájaros seguirán cantando en los árboles.
Todo es efimero, excepto, posiblemente, una cosa: el arte. Los cuadros de Goya, la música de Bach, las obras de Sófocles, y con ellas, se inmortaliza a los hombres. "La delgada línea roja" es una obra de hechos efímeros, de pensamientos fugaces que quieren ser inmortales. La guerra es mala, o no, vete a saber. Pero la guerra es un todo gigantesco hecho de muchos miles o millones de células, hombres que la viven como un acontecimiento individual: yo contra el que tengo delante, yo contra ese nido de ametralladoras, yo con las vísceras desparramadas intentando sobrevivir, yo helado a un minuto de morir, yo con los árboles centenarios y los pájaros, mientras silban las balas a mi alrededor...
Esta película sitúa cada cosa en su sitio. La guerra, que pasará, ocurriendo en un soporte eterno que permanece inmutable. Los hombres que la forman, que libran su propia guerra interior. Y el cine, el arte, que de efímeros, de agonizantes, los convierte a todos ellos en inmortales.
Todo es efimero, excepto, posiblemente, una cosa: el arte. Los cuadros de Goya, la música de Bach, las obras de Sófocles, y con ellas, se inmortaliza a los hombres. "La delgada línea roja" es una obra de hechos efímeros, de pensamientos fugaces que quieren ser inmortales. La guerra es mala, o no, vete a saber. Pero la guerra es un todo gigantesco hecho de muchos miles o millones de células, hombres que la viven como un acontecimiento individual: yo contra el que tengo delante, yo contra ese nido de ametralladoras, yo con las vísceras desparramadas intentando sobrevivir, yo helado a un minuto de morir, yo con los árboles centenarios y los pájaros, mientras silban las balas a mi alrededor...
Esta película sitúa cada cosa en su sitio. La guerra, que pasará, ocurriendo en un soporte eterno que permanece inmutable. Los hombres que la forman, que libran su propia guerra interior. Y el cine, el arte, que de efímeros, de agonizantes, los convierte a todos ellos en inmortales.
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