Cine-Crisis
Estados Unidos (2011)
Dirigida y escrita por J.C. Chandor
Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons, Zachary Quinto, Penn Badgley, Simon Baker, Mary McDonnell, Demi Moore, Stanley Tucci.
Una película no despreciable, de recomendable visión para todos nosotros que no hemos sufrido guerras civiles ni mundiales, pero que a cambio vivimos metidos en este tiempo aciago donde el dólar es ya, no solo el Dios, sino también el Diablo, y no nos da eso ni la oportunidad de empuñar una arma para luchar contra un enemigo que tiene forma de cifra contable y que es imposible de matar.
No es una película despreciable, su visión es recomendable en términos históricos. En términos cinematográficos, es una película circunscrita a su tiempo, a su periodo de producción: entre el 2008 y el 2011. En estos años ha surgido este cine histórico, que se retrotrae solo unas décadas, o apenas unos pocos años como en este caso, y que se fuerza a sí mismo a un ejercicio de austeridad en todos los sentidos cinematográficos para ganar realismo y a la vez como medida preventiva ante el pánico que produce la aventura de dramatizar aquello que es absolutamente contemporáneo. Un pánico lógico del todo, en un tiempo donde es más fácil hacer el ridículo que acabar en el paro (o casi).
El resultado de estas "adaptaciones" de la realidad contemporánea es que, sin querer, han creado una escuela de hacer cine, con todo su libro de estilo, cuyo máximo exponente es probablemente "La red social" (de momento). Con "Margin call", el resultado es todavía más frío, la desdramatización es todavía más acusada, hasta el punto que conectan este tipo de películas con el cine independiente, aunque se nos presentan oportunamente barnizadas, gracias a la publicidad y a algunas concesiones de sus creadores a la comercialidad. El cine indi y el comercial van más dados de la mano que nunca en este punto y esperan captar adeptos de ambos márgenes. El híbrido es un cine creíble, que evita el ridículo, que está "a la moda", que parece huir deliveradamente de las emociones haciendo que sus personajes lo hagan a su vez, al menos en apariencia. Desde la frialdad, pretenden exponer un fresco social que nos impacte en su conjunto, desde la ironía, el cinismo o el sarcasmo, impregnados estos en el fresco, y con ello, que nos emocione. No quiere fabricar momentos a la vieja usanza para que llore o ría el espectador, quiere crear situaciones que se apoyen en la realidad histórica que conoce de antemano el espectador (una realidad que esta "sufriendo"), para que, con esa información adicional, con el aporte que el espectador hace, resulten, por deducción, situaciones tan dramáticas como para hacer llorar o hacer reír. El invento resulta un poco tramposo, y tiene fecha de caducidad porque su desdramatización funciona hoy, pero no está claro que funcione mañana.
No es una película despreciable, su visión es recomendable en términos históricos. En términos cinematográficos, es una película circunscrita a su tiempo, a su periodo de producción: entre el 2008 y el 2011. En estos años ha surgido este cine histórico, que se retrotrae solo unas décadas, o apenas unos pocos años como en este caso, y que se fuerza a sí mismo a un ejercicio de austeridad en todos los sentidos cinematográficos para ganar realismo y a la vez como medida preventiva ante el pánico que produce la aventura de dramatizar aquello que es absolutamente contemporáneo. Un pánico lógico del todo, en un tiempo donde es más fácil hacer el ridículo que acabar en el paro (o casi).
El resultado de estas "adaptaciones" de la realidad contemporánea es que, sin querer, han creado una escuela de hacer cine, con todo su libro de estilo, cuyo máximo exponente es probablemente "La red social" (de momento). Con "Margin call", el resultado es todavía más frío, la desdramatización es todavía más acusada, hasta el punto que conectan este tipo de películas con el cine independiente, aunque se nos presentan oportunamente barnizadas, gracias a la publicidad y a algunas concesiones de sus creadores a la comercialidad. El cine indi y el comercial van más dados de la mano que nunca en este punto y esperan captar adeptos de ambos márgenes. El híbrido es un cine creíble, que evita el ridículo, que está "a la moda", que parece huir deliveradamente de las emociones haciendo que sus personajes lo hagan a su vez, al menos en apariencia. Desde la frialdad, pretenden exponer un fresco social que nos impacte en su conjunto, desde la ironía, el cinismo o el sarcasmo, impregnados estos en el fresco, y con ello, que nos emocione. No quiere fabricar momentos a la vieja usanza para que llore o ría el espectador, quiere crear situaciones que se apoyen en la realidad histórica que conoce de antemano el espectador (una realidad que esta "sufriendo"), para que, con esa información adicional, con el aporte que el espectador hace, resulten, por deducción, situaciones tan dramáticas como para hacer llorar o hacer reír. El invento resulta un poco tramposo, y tiene fecha de caducidad porque su desdramatización funciona hoy, pero no está claro que funcione mañana.
Este cine tiene antecedentes que terminan de revelar su verdadera naturaleza. Cine de la guerra fría, de principios de los 60, que tenía un patrón similar, a modo de puzzle, muy sobrio, muy "moderno". Me viene a la mente ahora "Siete días de mayo", un ejemplar salvable, pero hay paladas de películas como esa que no han pasado la barrera del tiempo. La fuente de ese cine viaja más lejos, a maestros como Kubrik ("Atraco perfecto") o Huston ("La jungla de asfalto"). Pero hay que salvar enormes distancias: si bien estilísticamente existen afinidades, el propósito de los maestros era muy distinto: no querían hacer películas con pretensiones de consciencia global, sino dramas humanos, y a partir de ahí, venía lo demás. Ese es el orden correcto. Por eso hoy están vigentes, porque las personas somos lo único atemporal.
Vista la película en sí, cojea precisamente durante buena parte por su falta de dramatismo, y en último término, cojea por todo lo contrario, por traicionarse a sí misma, pues, en un esfuerzo de comercialidad, esa frialdad se torna en un calentón de dramatismo. Se gira la tortilla al más puro estilo de cine-moral americano, algo muy propio del cine "indi". Un desequilibrio que estropea la película. Le falta drama cuando debe haberlo, y le sobra cuando no debe. Eso sería un detalle salvable, si no fuera porque pone de manifiesto que, en su mecánica interior, ésta no es una película todo lo honesta que debería.
Estilísticamente, la película me gusta. Su ritmo más o menos funciona. Los personajes, gracias a interpretaciones muy buenas, están conseguidos (hasta donde se les deja llegar porque no consiguen ser más que estereotipos). La película, sin embargo, se sigue traicionando a sí misma: en el fondo lo que quiere es ganar dinero, como todo el mundo, aunque sea a costa de sacar siete euros a los pobres desgraciados que están en el paro, y que quieren sentirse mejor odiando a los hijos de puta que les han jodido la vida. Ya lo dicen los triunfadores: siempre hay modos de forrarse en tiempos difíciles, solo hay que encontrar la fórmula. En el cine americano, la fórmula es darle en cada momento al público aquello que quiere ver, aunque no lo sepa. El gran mérito de los "ideólogos" de Hollywood a sido siempre ese.
En definitiva, un ejemplo más, en términos morales y estilísticos del Cine-Crisis, la nueva ola del momento. A saber cuantas películas más veremos como ésta. A saber cuanto tiempo de vigencia tendrá este cine.
Vista la película en sí, cojea precisamente durante buena parte por su falta de dramatismo, y en último término, cojea por todo lo contrario, por traicionarse a sí misma, pues, en un esfuerzo de comercialidad, esa frialdad se torna en un calentón de dramatismo. Se gira la tortilla al más puro estilo de cine-moral americano, algo muy propio del cine "indi". Un desequilibrio que estropea la película. Le falta drama cuando debe haberlo, y le sobra cuando no debe. Eso sería un detalle salvable, si no fuera porque pone de manifiesto que, en su mecánica interior, ésta no es una película todo lo honesta que debería.
Estilísticamente, la película me gusta. Su ritmo más o menos funciona. Los personajes, gracias a interpretaciones muy buenas, están conseguidos (hasta donde se les deja llegar porque no consiguen ser más que estereotipos). La película, sin embargo, se sigue traicionando a sí misma: en el fondo lo que quiere es ganar dinero, como todo el mundo, aunque sea a costa de sacar siete euros a los pobres desgraciados que están en el paro, y que quieren sentirse mejor odiando a los hijos de puta que les han jodido la vida. Ya lo dicen los triunfadores: siempre hay modos de forrarse en tiempos difíciles, solo hay que encontrar la fórmula. En el cine americano, la fórmula es darle en cada momento al público aquello que quiere ver, aunque no lo sepa. El gran mérito de los "ideólogos" de Hollywood a sido siempre ese.
En definitiva, un ejemplo más, en términos morales y estilísticos del Cine-Crisis, la nueva ola del momento. A saber cuantas películas más veremos como ésta. A saber cuanto tiempo de vigencia tendrá este cine.
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