viernes, 13 de enero de 2012

El Fuego y la Palabra (Elmer Gantry)


Estados Unidos, 1960
Dirigida y escrita por Richard Brooks a partir de la novela de Sinclair Lewis
Burt Lancaster, Jean Simmons, Shirley Jones, Arthur Kennedy, Dean Jagger, Rex Ingram, Hugh Marlowe, Edward Andrews, Patti Page, John McIntire, Joe Maross, Philip Ober, Barry Kelley.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde
"El amor es la estrella de la mañana y de la tarde". Una frase tan reluciente en boca de Elmer Gantry, como falsa al mismo tiempo, y como auténtica y definitoria del personaje que la dice. Pura paradoja. Esta película es un torrente imparable, el que inyecta uno de los personajes más conseguidos y complejos del cine americano, lleno de contradicciones, de vicios y también de belleza. ¡Qué gran granuja! ¡Qué tipo entrañable! ¡Y como logra todos esos matices un fantástico Burt Lancaster! Su interpretación no está reconocida hoy como se merece, debería figurar entre las mejores de todos los tiempos. Puede que Lancaster sea el mismísimo Elmer Gantry, de otro modo, parece un prodigio. Richard Brooks, uno de esos directores que, incomprensiblemente no figuran en el olimpo de los dioses del cine (quizás por hacer películas demasiado inteligentes) dirige una orquesta sin fisuras al servicio del personaje, y el efecto es brillante. La película no tiene un momento de pausa, y las emociones de los personajes están permanentemente a flor de piel, y con ellos, las de los espectadores. Gantry vive cada instante como si le fuera la vida en ello. Ama de verdad, compadece, peca, engaña, predica poniendo en ello cada centímetro de su cuerpo... "El amor es la estrella de la mañana y de la tarde", tan falso, y tan verdadero.
Solo hay que ver la secuencia inicial, cuando la primera página de una novela de Sinclair Lewis empieza a narrar una historia: Elmer Gantry estaba borracho, elocuentemente borracho...
La película avanza a base de fuerza pero también a base de sutileza. El amor surge con una naturalidad que emociona, enfrentado al deber, a la causa, y fluctuan los personajes Elmer y la adorable hermana Sharon, entre uno y otro, atrapados a veces por el amor y otras por la misión que creen encomendada. Y en ello, apenas se rozan, haciendo su amor imposible.
En superficie aparece brillantemente tratado el tema de los mesías de nuestro tiempo, de las iglesias que captan a los ingenuos. Se plantean temas teológicos que añaden atractivo a la trama. Pero más allá de eso, está esa lucha entre el deber y el amor, y el certero retrato de lo que es en esencia un ser humano: una criatura simple y hermosa, enamoradiza, gamberra, tierna, apasionada, capaz de crear y de destruir llevada por sus propias obsesiones, capaz de errar, arrepentirse, aprender, y volver a errar. Y después de caer, volver a levantarse para seguir adelante. "I am on my way", canta Elmer, dejando que el camino le lleve.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde, esa es en realidad la esencia de la vida, tan cierto como falso, tan bello como ridículo, depende solo de creer en ello.

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