Gran Bretaña (1987)
Dirigida por Peter Greenaway
Brian Dennehy, Chloe Webb, Lambert Wilson, Sergio Fantoni, Stefania Casini
La batalla perdida
El vientre del hombre (o mujer) es el termómetro de su estado emocional. En él se manifiestan sus contradicciones. Así lo quiere Greenaway, con esa premisa plantea esta película. Una metáfora certera y cinematográficamente útil. Las entrañas de este arquitecto, desquiciado por un lado por sus pasiones y por otro por las intrigas terrenales, se consumen en Roma, el campo de batalla donde sus conflictos tienen terreno abonado para tomar una dimensión letal.
Boullé toma condición de mito, y en un contexto corrupto, esa pasión se ve acechada y mancillada. Arte y mediocridad, belleza y fealdad, pureza y corrupción. La batalla se plantea en un vientre, y es fácil adivinar quien vencerá y quien resultará derrotado sin ninguna piedad.
¡Lo bello es tan efímero en manos de nosotros los terrícolas, que llenamos la vida de intrigas y bajezas! No queda nada al final de la esencia, o muy poco, porque son los terrícolas los que terminan haciendo bandera de palabras que ellos mismos han convertido en huecas. Ahí está el cinismo de nuestra civilización de masas. No hay victoria posible.
Esta es una película política. Una denuncia en toda regla. Muy poco esperanzadora, porque la realidad es también muy poco esperanzadora. Un cancer pudre las cosas bellas para aprovecharse de ellas, como pudre el vientre de un pobre arquitecto.
Ya lo sabíamos, pero a veces lo olvidamos, nos olvidamos de que somos grandes consumidores de mentiras.
Pero... queda algo en este demoledor panorama: los mitos, los Boullé, los arquitectos vencidos que pasarán a ser mitos. Las pasiones.
Nadie puede dominar las ideas, los sueños, las pasiones puras, porque siempre hay alguien que recoge del suelo su bandera, aunque sea para morir por ello. La batalla, pues, sigue, aunque sepamos que la perderemos una vez tras otra.
Boullé toma condición de mito, y en un contexto corrupto, esa pasión se ve acechada y mancillada. Arte y mediocridad, belleza y fealdad, pureza y corrupción. La batalla se plantea en un vientre, y es fácil adivinar quien vencerá y quien resultará derrotado sin ninguna piedad.
¡Lo bello es tan efímero en manos de nosotros los terrícolas, que llenamos la vida de intrigas y bajezas! No queda nada al final de la esencia, o muy poco, porque son los terrícolas los que terminan haciendo bandera de palabras que ellos mismos han convertido en huecas. Ahí está el cinismo de nuestra civilización de masas. No hay victoria posible.
Esta es una película política. Una denuncia en toda regla. Muy poco esperanzadora, porque la realidad es también muy poco esperanzadora. Un cancer pudre las cosas bellas para aprovecharse de ellas, como pudre el vientre de un pobre arquitecto.
Ya lo sabíamos, pero a veces lo olvidamos, nos olvidamos de que somos grandes consumidores de mentiras.
Pero... queda algo en este demoledor panorama: los mitos, los Boullé, los arquitectos vencidos que pasarán a ser mitos. Las pasiones.
Nadie puede dominar las ideas, los sueños, las pasiones puras, porque siempre hay alguien que recoge del suelo su bandera, aunque sea para morir por ello. La batalla, pues, sigue, aunque sepamos que la perderemos una vez tras otra.
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