España (1979)
Dirigida por Iván Zulueta
Eusebio Poncela, Cecilia Roth, Marta Fernández-Muro, Carmen Giralt, Will More, Luis Ciges, Antonio Gasset.
ADICTOS
Adictos. Adictos al cine, y no solo a las películas, sino a la imagen, a lo que significa, al tiempo que se atrapa con ella, al color, al movimiento... adictos a la imposible tarea de atrapar la vida. Adictos a la droga, que como el cine, te dispara yo que sé a donde. Adictos a la compañía, como Cecilia a Eusebio, y Eusebio a Cecilia, que no pueden prescindir uno del otro, hasta que les abducen sus propias adicciones individuales. Como yo a mi gordita y mi gordita a mí. Adictos a Lourdes. Adictos a la estupidez. Adictos a...
Esta película va de adictos, evidentemente, como lo era Ivan Zulueta. Crónica anunciada de su muerte. Las adicciones son obsesiones, nos cogen y no nos sueltan, o no las soltamos, no se. Lo dejamos todo en ellas, toda la energía, lo demás importa una mierda. Nos consumen, nos envejecen. La vida es una adicción, por eso envejecemos, por eso morimos. Somos adictos a emplearla en algo, a conocerla, a verle el sentido. La adicción nos quita la vida, pero es a la vez lo que le da sentido. Se puede ver esta película como una historia de locos drogadictos obsesionados con el cine, o como una metáfora de la vida. Allá cada cual.
Muy filosófico estoy. Vamos a otra cosa.
Arrebato no es solo eso. O mejor dicho, es eso, porque hay un millón de cosas que llevan a eso. A primera vista, la película habita en la anarquía. Y aun así, aun desprendiendo esa sensación, su coherencia interna es impecable. Compatibilizar ambos extremos es un logro singular. En realidad es una película muy precisa, donde el empleo del espacio y del tiempo rayan en lo magistral, pues sin perder nunca el sitio, sin provocar mayor confusión que la que busca, consigue narrar con naturalidad hechos de aquí, de allá, de hoy, de hace un año, o del mes que viene. Parece fácil y no lo es en absoluto. La complejidad estructural merece un diez.
Las "células" que visten esta estructura son obra de un adicto al cine. Cada imagen, cada encuadre, cada sencillo plano por corto que sea, está trabajado, no para resultar extraordinario en si mismo, sino para participar del viaje. En este contexto, Zulueta escoge una ruta elemental, sin paranoias (al margen de las imagenes en super 8, claro), lo que le permite emplear pocos plano, y trabajarlos al máximo, sacarles todo el jugo. Hay planos muy buenos, con gran fuerza visual, más efectivos que si contara lo mismo con una batería de 10 imágenes. De modo que, al fin y al cabo, planos que sirven al conjunto, terminan resultando en si mismos extraordinarios. Se cierra el círculo y todo cuadra. Estamos cansados de ver películas que hacen el viaje al revés, y todo se va al traste. El cine es síntesis por la sencilla razón que el cine es imagen.
Esta película va de adictos, evidentemente, como lo era Ivan Zulueta. Crónica anunciada de su muerte. Las adicciones son obsesiones, nos cogen y no nos sueltan, o no las soltamos, no se. Lo dejamos todo en ellas, toda la energía, lo demás importa una mierda. Nos consumen, nos envejecen. La vida es una adicción, por eso envejecemos, por eso morimos. Somos adictos a emplearla en algo, a conocerla, a verle el sentido. La adicción nos quita la vida, pero es a la vez lo que le da sentido. Se puede ver esta película como una historia de locos drogadictos obsesionados con el cine, o como una metáfora de la vida. Allá cada cual.
Muy filosófico estoy. Vamos a otra cosa.
Arrebato no es solo eso. O mejor dicho, es eso, porque hay un millón de cosas que llevan a eso. A primera vista, la película habita en la anarquía. Y aun así, aun desprendiendo esa sensación, su coherencia interna es impecable. Compatibilizar ambos extremos es un logro singular. En realidad es una película muy precisa, donde el empleo del espacio y del tiempo rayan en lo magistral, pues sin perder nunca el sitio, sin provocar mayor confusión que la que busca, consigue narrar con naturalidad hechos de aquí, de allá, de hoy, de hace un año, o del mes que viene. Parece fácil y no lo es en absoluto. La complejidad estructural merece un diez.
Las "células" que visten esta estructura son obra de un adicto al cine. Cada imagen, cada encuadre, cada sencillo plano por corto que sea, está trabajado, no para resultar extraordinario en si mismo, sino para participar del viaje. En este contexto, Zulueta escoge una ruta elemental, sin paranoias (al margen de las imagenes en super 8, claro), lo que le permite emplear pocos plano, y trabajarlos al máximo, sacarles todo el jugo. Hay planos muy buenos, con gran fuerza visual, más efectivos que si contara lo mismo con una batería de 10 imágenes. De modo que, al fin y al cabo, planos que sirven al conjunto, terminan resultando en si mismos extraordinarios. Se cierra el círculo y todo cuadra. Estamos cansados de ver películas que hacen el viaje al revés, y todo se va al traste. El cine es síntesis por la sencilla razón que el cine es imagen.
Todos los elementos que configuran Arrebato están trabajados y funcionan, lo cual hace pensar que el rodaje de esta película debió ser mucho más serio de lo que cuentan las leyendas. Los actores están estupendos y precisos. Los efectos de sonido, si bien se puede decir que parecen excesivos en algún momento, resultan muy eficaces. La fotografía se ajusta en cada momento al ánimo de la película, y el guión, además de ser estructuralmente brillante, contiene diálogos certeros y fieles a los personajes, y está lleno de pequeños círculos, de minúsculas obsesiones que se encadenan y hacen fluir la historia para que no te des cuenta de que estás viendo una película. Como debe ser.
Para terminar, una de adictos: este usuario, adicto al cine, ve esta película, y nada podrá sacarle de su sillón. Su escena favorita es cuando Cecilia Roth se disfraza de Betty Boop y baila para Eusebio Poncela. Es adicta a él, y al sexo con él, y a las drogas con él. En su baile (maravillosamente filmado y coreografiado, por cierto), la chica se interpone entre el proyector y la pantalla, se interpone en la adicción de Eusebio, que es el cine. En su adicción, Eusebio asiste al climax adictivo de otro personaje, Will More, quien ante él, sucumbe, envejece, se consume. Se completa así una cadena de adictos, en la que cada uno de los personajes observa en sus adicciones su propio destino. Una secuencia compleja y extraordinariamente concebida.
Una película cerrada, hecha de lo que cuenta, de obsesiones, donde se nos explican cosas que nadie nos había dicho antes, que no pegan en nuestro mundo de bienestar, cosas como que sin nuestras adicciones no somos nada. Una interesante y atípica visión de la vida la del señor Zulueta.
Para terminar, una de adictos: este usuario, adicto al cine, ve esta película, y nada podrá sacarle de su sillón. Su escena favorita es cuando Cecilia Roth se disfraza de Betty Boop y baila para Eusebio Poncela. Es adicta a él, y al sexo con él, y a las drogas con él. En su baile (maravillosamente filmado y coreografiado, por cierto), la chica se interpone entre el proyector y la pantalla, se interpone en la adicción de Eusebio, que es el cine. En su adicción, Eusebio asiste al climax adictivo de otro personaje, Will More, quien ante él, sucumbe, envejece, se consume. Se completa así una cadena de adictos, en la que cada uno de los personajes observa en sus adicciones su propio destino. Una secuencia compleja y extraordinariamente concebida.
Una película cerrada, hecha de lo que cuenta, de obsesiones, donde se nos explican cosas que nadie nos había dicho antes, que no pegan en nuestro mundo de bienestar, cosas como que sin nuestras adicciones no somos nada. Una interesante y atípica visión de la vida la del señor Zulueta.
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