Catalunya (2010)
Dirigida por Agustí Villaronga
Francesc Colomer, Nora Navas, Roger Casamajor, Marina Comas, Laia Marull, Eduard Fernández, Sergi López, Lluïsa Castell, Mercè Arànega, Marina Gatell, Elisa Crehuet, Joan Carles Suau, Jordi Pla, Pep Tosar.
A seguir comiendo pan negro.
Casi. Casi hemos tenido por fin en Catalunya una gran película. Casi. Ha ido del canto de un duro. Y ese canto es un abismo, lo que separa una buena de una mala película.
No son muchas las cosas que fallan en Pa Negre. Pero son esenciales. Como en el fútbol. Si falla el delantero, no es muy grave, pero si falla el portero, te meten un gol.
Los fallos esenciales suelen llegar más bien de los excesos que de las omisiones. Este es el caso. Y el exceso proviene en Pa Negre, de meter a un lobo en la piel de un cordero (o a la inversa, da lo mismo), es decir, de querer ser lo que no se es. Agustí Villaronga trata de hacer una película costumbrista, a partir de una adaptación literaria, y pretende hacer un cine de gran corrección formal, realista en gran medida, narrativamente transparente, con un guión complejo lleno de personajes y de tramas paralelas. Craso error. Quizá buscaba ser más comercial, más convencional, pero no se puede renunciar al ADN si no se es un genio. Hay tipos como Billy Wilder, o John Huston, entre otros, que son capaces de hacerte un pedazo de película negra, un drama espléndido al año siguiente, y una comedia hilarante al próximo. Y todas funcionan. En el ADN de Villaronga no existe esta polivalencia. Si bien es un director muy interesante, por el uso creativo que hace de la cámara, no tiene una habilidad equivalente para convertirse en un corderito y hacernos una gran película costumbrista, aunque esté aderezada de misterios y leyendas.
El guión, hunde esta película. El exceso de tramas e hilos, el desmadre de personajes, la orgía de "jugadas" que, individualmente, pueden resultar interesantes, pero que destrozan al equipo. Éste no consigue ser compacto. Síntesis, simplicidad. John Huston lo decía, simplicidad, amigo, simplicidad. Es esta una película desarbolada y abatida por el viento, los ecos de una esquina, no se oyen en la otra. Hay tramas que podrían desaparecer y lo único que ocurriría es que Pa Negre mejoraría. Hay personajes, ramas, que sobran. Y esto es importante, trasladado al patio de butacas, significa que el espectador, ávido de emociones, desconoce cual es el camino que debe tomar, no sabe con quien empatizar, pues está abrumado por el exceso. No sabe qué o quien es importante, y qué o quien no lo es. Las emociones se diluyen sin remedio en el exceso. No es que no se pueda hacer una película altamente compleja, se hacen y funcionan (véase La Cinta Blanca). Pero aquí no, porque las diferentes piezas de este puzzle, emocionalmente, no se dan la mano, no se complementan, no se enriquecen.
No son muchas las cosas que fallan en Pa Negre. Pero son esenciales. Como en el fútbol. Si falla el delantero, no es muy grave, pero si falla el portero, te meten un gol.
Los fallos esenciales suelen llegar más bien de los excesos que de las omisiones. Este es el caso. Y el exceso proviene en Pa Negre, de meter a un lobo en la piel de un cordero (o a la inversa, da lo mismo), es decir, de querer ser lo que no se es. Agustí Villaronga trata de hacer una película costumbrista, a partir de una adaptación literaria, y pretende hacer un cine de gran corrección formal, realista en gran medida, narrativamente transparente, con un guión complejo lleno de personajes y de tramas paralelas. Craso error. Quizá buscaba ser más comercial, más convencional, pero no se puede renunciar al ADN si no se es un genio. Hay tipos como Billy Wilder, o John Huston, entre otros, que son capaces de hacerte un pedazo de película negra, un drama espléndido al año siguiente, y una comedia hilarante al próximo. Y todas funcionan. En el ADN de Villaronga no existe esta polivalencia. Si bien es un director muy interesante, por el uso creativo que hace de la cámara, no tiene una habilidad equivalente para convertirse en un corderito y hacernos una gran película costumbrista, aunque esté aderezada de misterios y leyendas.
El guión, hunde esta película. El exceso de tramas e hilos, el desmadre de personajes, la orgía de "jugadas" que, individualmente, pueden resultar interesantes, pero que destrozan al equipo. Éste no consigue ser compacto. Síntesis, simplicidad. John Huston lo decía, simplicidad, amigo, simplicidad. Es esta una película desarbolada y abatida por el viento, los ecos de una esquina, no se oyen en la otra. Hay tramas que podrían desaparecer y lo único que ocurriría es que Pa Negre mejoraría. Hay personajes, ramas, que sobran. Y esto es importante, trasladado al patio de butacas, significa que el espectador, ávido de emociones, desconoce cual es el camino que debe tomar, no sabe con quien empatizar, pues está abrumado por el exceso. No sabe qué o quien es importante, y qué o quien no lo es. Las emociones se diluyen sin remedio en el exceso. No es que no se pueda hacer una película altamente compleja, se hacen y funcionan (véase La Cinta Blanca). Pero aquí no, porque las diferentes piezas de este puzzle, emocionalmente, no se dan la mano, no se complementan, no se enriquecen.
Villaronga ha mezclado aquí varios libros, y lo ha hecho con tanto rigor, que ha hecho varias películas en una. Hay que saber renunciar, hay que saber decir no, hay que saber tirar a la basura lo que no sirve, por muy bonito que sea. Esto se enseña en primer curso en las escuelas de cine. Villaronga ha tenido un arranque de amor por el guión que ha escrito, y eso le ha pasado factura. Puede que se sintiera poeta de palabras, además de poeta de imágenes (eso sí lo es), pero las palabras no están en su ADN, y no lo estarán mientras no controle sus arranques de amor por sí mismo. Ah, la vanidad, que jodida que es para un creador.
Casi. El canto de un duro. Porque la película está muy bien dirigida. Por una vez, el cine catalán consigue ser plenamente creíble. Las interpretaciones son muy buenas, y eso tiene mucho que ver con Villaronga. Hay escenas admirablemente organizadas y coreogarfiadas, de hecho, individualmente, todas (o casi) son escenas buenas, y a veces muy buenas. Pero juntas, no funcionan como deberían.
Lo mejor de la película, aquello que está en el ADN de su creador. El uso de la imagen. Valga como ejemplo los dos últimos planos de la película. Una maravilla. Pura síntesis visual. Pero llegan tarde.
Lo peor, como he dicho, los artilugios e inventos del guión. Valga como ejemplo una secuencia verdaderamente infumable, en la que nuestro pequeño héroe se despide de su amigo enfermo. Un pegote del guión, indigno de una gran película. Pocas veces se le ha visto tanto el plumero a una película en tan poco espacio de tiempo. Todas las carencias, intuidas hasta entonces... ¡flas!, te dan una torta en la cara. ¡Qué lástima! Demasiado amor del escritor por una subtrama que no sirve de nada.
Casi. Hemos estado cerca de tener por fin una gran película en Catalunya. Teníamos grandes individualidades, grandes jugadas preparadas, pero sin equipo, no se puede ganar la liga. De momento, a comer pan negro, y a seguir esperando.
Casi. El canto de un duro. Porque la película está muy bien dirigida. Por una vez, el cine catalán consigue ser plenamente creíble. Las interpretaciones son muy buenas, y eso tiene mucho que ver con Villaronga. Hay escenas admirablemente organizadas y coreogarfiadas, de hecho, individualmente, todas (o casi) son escenas buenas, y a veces muy buenas. Pero juntas, no funcionan como deberían.
Lo mejor de la película, aquello que está en el ADN de su creador. El uso de la imagen. Valga como ejemplo los dos últimos planos de la película. Una maravilla. Pura síntesis visual. Pero llegan tarde.
Lo peor, como he dicho, los artilugios e inventos del guión. Valga como ejemplo una secuencia verdaderamente infumable, en la que nuestro pequeño héroe se despide de su amigo enfermo. Un pegote del guión, indigno de una gran película. Pocas veces se le ha visto tanto el plumero a una película en tan poco espacio de tiempo. Todas las carencias, intuidas hasta entonces... ¡flas!, te dan una torta en la cara. ¡Qué lástima! Demasiado amor del escritor por una subtrama que no sirve de nada.
Casi. Hemos estado cerca de tener por fin una gran película en Catalunya. Teníamos grandes individualidades, grandes jugadas preparadas, pero sin equipo, no se puede ganar la liga. De momento, a comer pan negro, y a seguir esperando.
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